El silencio del actor

Despues de nueve meses bogando en un mar de dudas, Sir Ian McKellen, uno de los más grandes actores ingleses, ha devuelto a la editorial Hooder & Stoughton la cantidad de un millón de libras (1,2 millones de euros) que había cobrado por adelantado para escribir sus memorias, alegando que no se encuentra en disposición de enfrentarse a su vida anterior ni de emprender el largo viaje a su pasado, cuyo billete pagaba ese millón nada despreciable. Sincero hasta llenar a rebosar el sentido de esa palabra, afirma que la labor le resulta "desgarradora" y que no quiere "volver la vista atrás", ni "darle vueltas a cosas" que aún no ha comprendido.

Si alguien necesita ponerle cara al nombre del actor, vayan esas tres pistas: para los más jóvenes, es Gandalf en 'El señor de los anillos' y Magneto en 'X-Men'; para los más cinéfilos, el protagonista de 'Dioses y monstruos', 'Verano de corrupción' y 'Mr. Holmes', y para los amantes del teatro, es un maestro, uno de los más grandes actores shakespearianos, con 'Macbeth', 'Ricardo III' y 'El rey Lear' como joyas de su corona.

No debe ser fácil renunciar a un millón de libras. Ni a muchos miles de lectores. Quizá sea bueno recordar que el género memorialístico es uno de los más apreciados en el Reino Unido y que las biografias, diarios y memorias de actores y actrices, en concreto, se venden como rosquillas. Al actor McKellen no le habría costado nada, imagino, hilvanar tres fechas y cuatro anécdotas, dos confesiones íntimas y algún detalle escabroso, rematando el hatillo con varios comentarios cínicos sobre sus compañeros, para salir del paso y guardar el millón en la faltriquera. Pero ha elegido el silencio y la restitución, aún a costa de desilusionar y/o decepcionar a muchos de sus seguidores; a quienes, como yo mismo, buscamos en la historia de los demás el dedo índice que señale, más menos cabal, más o menos curvo, el camino de la nuestra. 

El gesto de Sir Ian McKellen lo define. Cuenta mucho más de quién es, cómo es y por dónde se mueve, que las mil páginas no escritas. En un tiempo de pura charlataneria, de hablar por no callar, de contar y no acabar, elegir el silencio y admitir públicamente la impotencia y el dolor que produce la propia imagen en el espejo es, además de responsable, digno de elogio. Y de aplauso.

Para el actor, mi ovación cerrada. Para la persona, mi  abrazo solidario. Para los dos, mi más profundo respeto.

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