Más allá del Daesh

La actuación política y militar contra el Estado Islámico no basta sin otra contra la marginación y desarraigo identitario en algunos barrios europeos

Tras los atentados de ayer en Bélgica, se repite que hay que poner más medios, inteligencia y cooperación internacional para acabar con el Daesh, tanto en Europa como en Siria e Irak, mientras nos preguntamos a cuántas libertades vamos a tener que renunciar para poder subir a un avión. Pero hemos de ser conscientes que el problema va más allá de la irrupción del Estado Islámico, y que si este grupo es derrotado, otros tomarán el liderazgo del terrorismo yihadista.

El primer y mayor atentado yihadista de este cuño contra Occidente fue el del 11-S en Nueva York. Después hubo otros, como el 11-M en Madrid o los atentados de Londres del 2005, y la franquicia que los planeaba era Al Qaeda. Y además se cometieron cientos de atentados en Irak, Jordania, Yemen o Marruecos, siendo musulmanes la mayoría de sus víctimas.

En dos años, el Daesh ha crecido y se ha comido el espacio terrorista de Al Qaeda por tres motivos. El primero porque ya no llama solo a morir por un paraíso espiritual que espera a los mártires, sino porque tienen su paraíso, su califato, aquí en la Tierra con unos hermanos que acogen a los nuevos combatientes con los brazos abiertos. Un territorio en Siria e Irak, además de otros espacios en Nigeria o Libia. Territorios donde han impuesto lo que consideran la versión correcta del Corán y los hadices o palabras de Mahoma.

El segundo es que en Siria e Irak se han forjado miles de combatientes, muchos de ellos europeos, que han aprendido las técnicas de combate y atentados suicidas, y vuelven a Europa dispuestos a ganar nuevos adeptos, matar y morir.

El tercero es que, a diferencia de Al Qaeda, que reclutaba en las mezquitas, o se servía de ellas para su logística, se extiende y gana adeptos por la red, en un tú a tú, en el que los cuerpos de inteligencia siempre irán por detrás.

Por ello, la cuestión no es solo derrotar política y militarmente al Estado Islámico en Siria, Irak, Libia o Nigeria, dado que si es vencido surgirán otras siglas y franquicias con idénticas ideas y visión del islam. Para derrotar al Daesh allá es necesaria la acción militar y de inteligencia, y también dejar de usar esos países como un tablero en los que Europa y Estados Unidos, Rusia, Irán, Turquía y Arabia Saudí viven sus disputas.

LA EXPANSIÓN DEL SALAFISMO

Pero aunque Raqqa y Mosul vuelvan a reintegrarse a Siria e Irak, y el autoproclamado califa del Estado Islámico acabe como Bin Laden, otros ocuparán ese espacio aunque solo sea en la red. Por ello es necesario actuar en las condiciones sociales de marginación y desarraigo identitario como los que se dan en barrios como el de Molenbeek en Bruselas de los que han surgido los yihadistas europeos que combaten en Siria o atentan en Europa.

Y por otro lado es preciso que las mezquitas se aparten de las visiones del islam que se oponen en pleno siglo XXI a ubicar la religión en el ámbito individual, negando la libertad de conciencia. Y aquí yo no soy optimista, porque ese salafismo se expande por el mundo con la bendición y el dinero de nuestros aliados saudís.