DOS MIRADAS

Turquía y yo

Yo, Europa, cierro los ojos, callo, olvido y simulo, mientras tú, Turquía, me limpias el patio trasero

Tú te quedas con los refugiados y yo miro hacia otro lado mientras masacras a los kurdos, mientras les echas de sus casas, mientras persistes en tu política genocida. Tú refuerzas las fronteras con Europa y yo callo mientras tú silencias la redacción del diario Zaman, la voz crítica contra el régimen, el más vendido del país, y sustituyes sus periodistas por vasallos. Tú me sacas de encima estos cientos de miles de seres molestos y yo me olvido de tu negativa a colaborar en la investigación de las empresas turcas que se enriquecen negociando con el Daesh. Tú me ayudas con la paz social en mi territorio y yo simulo no saber que te estás convirtiendo en una dictadura.

Yo, Europa, cierro los ojos, callo, olvido y simulo, mientras tú, Turquía, me limpias el patio trasero. Todos los hogares necesitan un trastero adonde van a parar los trastos inservibles, los que quedaron obsoletos o fuera de temporada, los que da pena tirar pero no queremos seguir viéndolos cada día. Los refugiados se han convertido en la moneda de cambio entre Turquía y Europa. Trueque o amenaza, según interese en cada momento. Quédatelos y nosotros te dejamos con tu violencia de Estado, dice Europa. No interfieras en mis asuntos o abro las fronteras y provoco la invasión, chantajea Turquía. Y entre tratos y silencios, las vidas de los kurdos, de los turcos y de los refugiados se devalúan hasta convertirse en nada. Lo mismo que la democracia.