Editorial

El conflicto del metro de Barcelona

La huelga parcial que protagonizaron ayer los trabajadores del metro de Barcelona en el ámbito de las negociaciones de su convenio colectivo generaron importantes molestias a los ciudadanos y trastocaron la actividad normal de la ciudad. La situación puede repetirse hoy con el paro anunciado por los empleados de la plantilla de autobuses. La jornada de ayer, que se desarrolló sin incidentes durante más de cinco horas, obtuvo una civilizada respuesta de los barceloneses -unos 340.000 se estima que fueron directamente los afectados-, que soportaron con paciente resignación los efectos de un conflicto que alteró sus rutinas cotidianas.

Nadie a estas alturas cuestiona el derecho de huelga como medida de presión para sacar adelante reivindicaciones laborales, aun cuando dañe a otros no menos legítimos derechos de los ciudadanos. Solo queda la duda de si en esta ocasión el conflicto se hallaba tan empantanado como para haber acudido a una medida extrema de protesta como la huelga, que debe ser considerada un último e indeseable recurso. Ambas partes, sindicatos y empresa municipal, deben ahora revisar sus estrategias y volver a la mesa de negociación con mayor exigencia mutua de responsabilidades. El conflicto amenaza con más días de desarreglos ciudadanos y, también, con afectar a dos jornadas en las que Barcelona será un escaparate mundial por el Mobile World Congress. Por todo ello, no encontrar una pronta solución sería un fracaso imperdonable.