El bloqueo para llegar a acuerdos
Política, pánico y haka
Los partidos pretenden impresionar al rival con una suerte de danza guerrera maorí como la de los All Blacks
Los All Blacks repiten la 'haka' junto a la copa Webb Ellis, ayer en Aukland.
Cerca ya de terminar enero, un mes y pico desde las elecciones del 20-D, la clase política está dando un espectáculo digno de ser analizado desde el agnosticismo más determinado. El momento actual es bastante inédito. El suspense de las elecciones de 1977 era genuino, lógicamente, eran las primeras elecciones democráticas y el caudal de expectativas era monumental. Una mesa de edad parlamentaria formada por La Pasionaria y Rafael Alberti, eso era mucho más novedoso que las rastas de tal o cual diputado. Las de 1982 fueron espectaculares, pues la alternancia entre mayorías es la prueba del nueve de la consolidación de un régimen democrático, y el PSOE, con el 47% de los votos, dio la campanada con un eslogan tan simple como eficaz: 'El Cambio'.
Pero ¿esto de ahora? Esto es otra cosa. Primero hay que identificar lo realmente novedoso y luego ver los efectos colaterales. Lo radicalmente nuevo es que entre el PSOE y el PP esta vez rozan solo la mitad del total de votos, y suman apenas el 60% de los escaños. Estábamos acostumbrados a tres décadas de un bipartidismo en el que ambos partidos sumaban entre el 75% y el 80% de los votos, y alrededor del 85% o 90 % de los escaños.
Solo a partir de aquí se entiende que estos dos gigantes menguantes estén sumidos en un total "ataque de pánico", además de una considerable procesión de problemas internos en cada uno de ellos. Con maneras -de momento- más cautelosas en el PP, y con maneras tan crudas en el PSOE que hacen bueno el dicho atribuido a Martin Villa, Pio Cabanillas y algún otro: "!Cuerpo a tierra que vienen los nuestros!"
Y este interesante ataque de pánico, además de congelar el tablero político, tiene algunos efectos secundarios. Los nuevos, recién llegados (Ciutadans, Podemos y sus derivados) tienen la excusa del estreno, la tentación de la sobreactuación, la levedad de no cargar la mochila de corrupciones diversas, y sobre todo, de saberse indispensables a menos de que PSOE y PP optasen por la 'gran coalición', opción que hoy no está a la vista.
Los minoritarios veteranos, hayan o no cambiado de nombre, saben que en su momento algunos votos a favor o incluso algunas abstenciones valdrán su peso en oro, y por eso son discretos, no hace falta sobreactuar. Son los que al menos no tienen el viento en contra. Pero lo más insólito es que por primera vez desde 1977 politólogos y constitucionalistas somos consultados sobre un supuesto descabellado: como la Constitución abre el plazo de dos meses desde la primera tentativa de investidura, antes de la convocatoria automática de nuevas elecciones si no se alcanza ninguna ¿puede darse el supuesto que el Rey ande a vueltas con consultas y más consultas sin que nadie se proponga, y así hasta -por ejemplo- el próximo verano? La respuesta es que sí, al pie de la letra puede darse tal despropósito. ¿Por qué? Porque los 'pobres' constituyentes que, se diga ahora lo que se diga, hicieron un trabajo monumental, decidieron no entrar en supuestos surrealistas. El uso del tiempo para ganar tiempo para no optar a una investidura fallida, para evitar nuevas elecciones para… el día de la Marmota.
BAILE RITUAL
BAILE RITUALY aquí es donde el ataque de pánico se convierte en haka. Sí, recuerden, la haka es la danza guerrera maorí, que el mítico equipo de rugby All Blacks de Nueva Zelanda escenifica ante sus rivales justo antes de cada partido. Hay que decir que impresiona a todos, jugadores, afición y espectadores en general. El símil viene a cuento porque a la espera de decidir qué hacer, los dos principales partidos (aunque el fenómeno alcanza también a otros) dedican grandes esfuerzos a escenificar sendas haka.
Con impostada determinación, que se supone debería pasar por firmeza de principios, llevan a cabo su ritual, a la espera de que comience un partido que ya empezó el 20-D. Por una parte subrayan repetidamente lo que no harán: pactar, negociar, no hacer esto, no hacer lo otro, no romper España, no romper el mandato popular, etcétera. En cambio no dicen nada creíble sobre lo que sí harían en tal o cual circunstancia verosímil. Por otra parte, se instalan en el uso y abuso del lenguaje dual, cargado de significados negativos cuando se aplica al contrario, pletórico de virtudes cuando aplicado a sí mismos. Ejemplo de lo primero: humillación, tacticismo, intereses partidistas, cobardía, impresentable, repartirse sillones etcétera. Ejemplo de lo segundo: sobran los ejemplos de tantos que hay, pues el autoelogio se ha convertido en el sustituto del análisis político, de la lealtad institucional y del sentido de la verdad. Es un momento oportuno para lamentar profundamente la muerte de Francisco Rubio Llorente, casi como si hubiese dicho "prefiero no verlo".
Catedrático de Ciencia Política (UB)
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