La legislatura de Patxi López

El presidente de la mesa fue lendakari con apoyo del PP y se entiende bien con los nacionalistas del PNV, no es mala elección

Patxi López, rodeado de fotógrafos, en la sesión de constitución de las Cortes. / EFE / J.J: GUILLÉN

Este miércoles empezó la legislatura que puede ser una de las más interesantes de la democracia. Primero, porque deberá dar pasos para encarar el encaje catalán. Desde la sentencia del Estatut (2010) el asunto se agrava cada día y por esta pendiente estalla el régimen constitucional. La independencia no es la buena solución, pero la cerrazón del Gobierno de Mariano Rajoy -el pecado mortal de su mandato- ha hecho que el sentimiento independentista pasara de algo menos del 25% al 47,8%. Claro que el sectarismo independentista y la prepotencia de Artur Mas (y acólitos) también tienen su tanto de culpa.

La nueva legislatura deberá pues enfrentarse a algún tipo de reforma profunda (agravada) de la Constitución, algo que hasta ahora nunca se ha hecho. A no ser que el PP -que tiene fuerza para ello- se empecine en el error.

El segundo motivo es que los grupos parlamentarios no nacionalistas relevantes han pasado de dos a cuatro, lo que va a tener serias consecuencias. El tercero -ligado al segundo aunque no inevitable- es que se agrava la dificultad de formar gobierno y que no se puede descartar el gran desbarajuste -y fracaso- de tener que repetir elecciones.

Ayer quizás empezó, político profundo

Hasta ahora, el líder del partido ganador -con el apoyo en todo caso de la antigua minoría catalana- era el nuevo presidente. Punto final. Ahora, de un sistema "cuasipresidencial" pasamos a un régimen parlamentario en el que los consensos y los pactos van a ser fundamentales.

Ayer vivimos el prólogo de la nueva realidad, y Patxi López fue elegido presidente del Congreso pese a no ser -por primera vez- el candidato del partido ganador. Nadie quería que el PP, que ha mostrado su poca voluntad de pacto, volviera a presidir la Cámara. Pese a que Jesús Posada -presidente saliente- ha sido lo más ecuánime del cerrado cuatrienio popular. Lo fundamental es que ha habido un pacto bastante lógico de los partidos más centrales -Ciudadanos y PSOE- frente al PP y a Podemos.

El PP no ha votado a López, pero no se ha opuesto frontalmente -se ha abstenido- porque no podía evitarlo y además se le ha reconocido ser el primer grupo al lograr tres puestos de los nueve de la mesa.

¿NUEVAS ELECCIONES?

Por el contrario, Podemos se ha enfrentado con la candidatura de Carolina Bescana -que apareció con su bebé pese al servicio de guardería de la Cámara- porque los otros partidos se han opuesto a regalarle cuatro grupos parlamentarios (el general, el catalán, el valenciano y el gallego) ¿Por qué iban a dar PP, PSOE Y C's a Podemos cuatro veces más presencia y potencia que la que ellos tendrán? Absurdo, pero Pablo Iglesias se lo había prometido -pese a ser casi imposible- a sus diferentes socios de coalición. Y ayer se enfadó y llamó "bunker" a los que no le hicieron el regalo. Incluso anunció que ya era casi imposible votar la investidura de Pedro Sánchez. Desde el día siguiente del 20-D no hace otra cosa que poner líneas rojas. ¿Quiere nuevas elecciones?

El PSOE se hizo con la presidencia, lo que visualiza el papel central que le va a corresponder -suponiendo que la legislatura no se autodisuelva- y Albert Rivera se quitó algo el mal sabor de boca del resultado electoral. No tanto por los 40 diputados (que no está mal), sino porque no suma con el PP y, por tanto, no tiene la llave de la legislatura. La tendrá en la mesa, donde puede formar mayoría con el PP o con la izquierda. Recupera protagonismo e influencia política.

Ayer empezó una legislatura que o será muy corta o cambiará la vida política. López, vasco, socialista hijo de socialistas, que fue lendakari con apoyo del PP y que se entiende bien con los nacionalistas del PNV, no es mala elección.