En la película de Woody Allen Magic in the Moonlight, Colin Firth es un mago de fama internacional que se presenta como el hombre más pesimista, más racional y menos mágico del mundo. El truco crea una ilusión para el público, pero él -agnóstico, sin fe- sabe que solo se sustenta en el estricto funcionamiento de la mecánica y en una cierta habilidad que no es fantasmagórica sino meditada y ensayada hasta la extenuación .
Mañana, muchos votantes independentistas esperan un milagro o, al menos, un juego de manos que arregle esta realidad tan extraña que nos toca vivir: se declara la independencia, como quien dice, y no hay nadie para hacerla funcionar. Esperan que se junte la ilusión del espectador que se lo cree todo y la razón del mago que sabe que nada pasa si el truco no se aviene a la racionalidad. El deseo de que Mas sea presidente está presente en muchas cartas de los lectores a la sección Entre Todos de este diario. Joaquima Cruces dice que «la mayoría no queremos someternos a la voluntad de la CUP», una «gente intransigente», según Pepita Blanca, y Alegría Julián se dirige a los cupaires y les pregunta: «Si predicáis la desobediencia, ¿por qué no permitís que vuestros diputados sean desobedientes y voten por Mas?». Oscilamos entre el deseo de la sorpresa final -inesperada y espectacular - y la evidencia que no llegará, porque depende de un mago que no cree en los milagros y que, ya puestos, no tiene ganas de hacer saltar conejos del sombrero.