La relación de Barcelona con el grupo irlandés U2 no es tan mágica y especial como la que la ciudad tiene con Bruce Springsteen, pero se le acerca. La nueva demostración de la intensidad de ese hechizo son los cuatro conciertos que en menos de una semana (entre ayer y el sábado) ofrece en el Palau Sant Jordi la banda liderada por Bono, con prácticamente todas las entradas vendidas. Los seis años transcurridos desde la anterior presencia de U2 en Barcelona, cuando llenaron dos veces el Camp Nou, han acentuado el deseo de su legión de fans por verles y oírles. En tiempos en que el consumo de música ha experimentado un profundo cambio de hábitos -la compra de un disco como un producto cerrado ya no es imprescindible para estar al día de las novedades-, los músicos saben que deben conceder mucha más importancia a las actuaciones en directo. Y si un grupo ha comprendido esto a la perfección y se ha volcado en convertir sus conciertos en un espectáculo total ha sido U2, que, sin embargo, ha tenido habilidad suficiente como para que el apabullante despliegue tecnológico de sus actuaciones no eclipse su imagen de banda rockera con inquietudes sociales y un cierto compromiso. La sexta presencia de Bono y los suyos en Barcelona -única ciudad española en la que recalan en esta gira- es también una nueva demostración de que la capital catalana forma parte del selectivo circuito internacional de grandes conciertos de música popular. Una condición de la que hay que disfrutar.
Editorial
U2, de nuevo en Barcelona y por todo lo alto
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