En el peor de los casos, Shakespeare tenía razón y algo huele a podrido en Dinamarca: tanto Sparrows como la presidenta del jurado que le concedió la Concha de Oro, la actriz Paprika Steen, proceden total o parcialmente de ese país. En el mejor de ellos, el premio sigue despidiendo un olor fuerte, esta vez a decisión de compromiso: resulta difícil de creer que una película tan convencional y falta de riesgo como esa fuera la favorita de ningún juez con sentido común, pero por ese mismo motivo ni siquiera vale la pena situarse rígidamente contra ella, sobre todo si consideramos que otros títulos de la selección sí debieron de partir al jurado en dos. Ahora bien, puestos sus miembros a buscar un consensuado punto de encuentro, ¿por qué relegar al bronce a Les chevaliers blancs, obra dotada del mismo afán por agradar -es un poco comercial, un poco de autor, un poco política—aunque, eso sí, más sofisticada y moralmente compleja? Quizá, decimos, la respuesta la tenga Hamlet.
Cuestión de aroma
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