Tras las bicicletas, los patinetes. Barcelona experimenta este verano la presencia muy visible en las calles de un artilugio que puede hacer la vida más cómoda a algunas personas pero se la puede dificultar a otras, numéricamente muy superiores. El patinete eléctrico, evolución miniaturizada de vehículos que ya existían en el siglo pasado, está causando furor sobre todo en las zonas turísticas, y algunos barrios, como la castigada Barceloneta, ya han expresado de forma clara su preocupación por el fenómeno. A falta de una regulación específica, estos patinetes se rigen por la misma normativa que las bicicletas, pero su motorización hace que supongan un riesgo mucho mayor para los peatones con los que comparten el codiciado espacio público. Se trata de un negocio emergente, y con toda seguridad el parque de vehículos es superior a los 160 que constan oficialmente en las tiendas que los alquilan por horas. No es arriesgado prever que el patinete eléctrico puede acabar seduciendo a no pocos barceloneses como medio para desplazarse por la ciudad, razón de más para que el Ayuntamiento afronte la situación antes de que se desborde. El censo de vehículos que se propone realizar permitirá una cartografía a la que deben seguir normas claras en las que se ratifique el principio de que el peatón es siempre quien tiene prioridad. Lo peor sería una tolerancia mal entendida que facilitase hechos consumados muy difíciles de corregir, como pasó con la circulación de las bicis en las aceras.
Editorial
Barcelona debe regular bien el patinete eléctrico
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