En los últimos meses la posibilidad de una tercera intifada palestina se ha anunciado con intensidad creciente. El gravísimo incidente en el que un bebé árabe de 18 meses murió a consecuencia de un ataque incendiario contra dos viviendas palestinas puede ser el detonante que necesitaba la protesta para aflorar con virulencia. El ataque es la culminación de toda una serie de actos vandálicos llevados a cabo por extremistas judíos contra pueblos y casas palestinas. Lo curioso de estos ataques es que aun cuando van dirigidos contra los árabes, el motivo que los inspira es la decisión judicial israelí de derribar unas casas construidas sin permiso por colonos en los territorios ocupados. El momento es idóneo para el posible estallido de violencia palestina. El proceso de paz está totalmente muerto. EEUU, el único actor que podía mantenerlo con vida, aunque fuera en la uci, parece haberse dado cuenta de la imposibilidad de un acuerdo y ha puesto todas sus energías diplomáticas en crear unas buenas relaciones con Irán, por cierto, el mayor enemigo de Israel. Políticamente, Israel vive en una gran precariedad. Las elecciones del pasado marzo obligaron al líder del derechista Likud, Binyamin Netanyahu, a gobernar con una coalición muy frágil en la que están incluidos representantes de los colonizadores. Estos no solo no están dispuestos a ceder ni un palmo de los territorios ocupados, sino que quieren más. Parecen haber entrado en la perversa lógica del cuanto peor, mejor.
Editorial
Colonos israelís: cuanto peor, mejor
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