Más allá del juicio que nos pueda parecer la actuación populista de Tsipras o el rigor inflexible de Merkel, el problema de fondo se deriva del lamentable retraso en la construcción de una Europa federal. Esta es la principal lección a extraer, que no es nueva: la terrible falta de un demos europeo que se erija, como ha escrito el economista Dani Rodrik, en una democracia paneuropea. Como no tenemos más remedio que estar integrados en la economía global, excepto que prefiramos a autarquía, tenemos que renunciar a la soberanía nacional. Pero si no queremos renunciar al control democrático sobre las decisiones, hemos de dar pasos decididos hacia la gobernanza global y a favor del poder político europeo. Europa está globalizada y la soberanía de los Estados es más nominal que efectiva. Lo hemos visto con el referéndum griego. No tiene sentido mantener está estructura disfuncional. Por desgracia, la mayoría de los políticos europeos, de izquierdas o de derechas, no están por la labor y siguen engañando a sus electores prometiendo soluciones imposibles en el marco de los viejos estados. Eso solo puede generar frustración social, y alimentar movimientos soberanistas y populistas que acaben destruyendo la UE. Federalismo o desastre.
Federalismo o desastre
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