Apuntes

Verde que te quiero verde

Se lo preguntaba José María Iñigo hace unas semanas durante la retransmisión del Festival de Eurovisión: «¿Por qué llamarán a esto Green Room?». Se refería al espacio donde aguardaban los cantantes entre actuación y actuación y donde, comprensiblemente, acababan «de los nervios» durante el recuento de votos. La pregunta quedó en el aire. Recojo ahora el guante y les cuento el porqué de la expresión.

El término green room pertenece, en origen, a la jerga teatral y ha llegado hasta hoy desde tiempos de Shakespeare, sino antes. Se denomina así a una habitación de tamaño medio, cercana al escenario, donde los actores, ya fuera de sus camerinos, aguardan conjuntamente el momento de sus entradas y salidas en escena durante el curso de la representación. También muy usada en época de ensayos es, pues, lugar de concentración, de relajación y de nervios y miedos (muchos miedos) compartidos. Y pervertida, en parte, su razón de ser, es también lugar de relación social, de charla distendida, de secretos al oído y de dimes y diretes.

Muy común -imprescindible- en todos los teatros europeos, con Inglaterra a la cabeza, no lo es tanto en los nuestros. Aquí, cuando la había, se la denominaba «saloncillo». Y allí se mezclaban, en amena charla con los actores, otras gentes de paso, normalmente autores y empresarios, con alguna que otra mamá de la artista. Algunos, como el del Teatro Español de Madrid, pasaron de «saloncillo» a «parnasillo» por la calidad de los visitantes y el nivel de las conversaciones. A mí me resulta especialmente entrañable el rincón del Teatre Romea, sin denominación propia, casi lugar de paso, donde han velado las armas tantos y tantas -grandes y pequeños- del teatro nuestro de cada dia.

Hay quien dice que se denomina green room a este tipo de espacios porque, en un tiempo, techos y paredes se pintaban de verde, color delicado y sereno al que se le supone un efecto relajante. Hay quien dice, en cambio, que el verde hace referencia al color de la cara de los pobres actores, mareados y al borde de la nausea, victimas del miedo escénico. Y los más bragados aseguran que el nombre le viene como anillo al dedo al lugar donde actores y actrices aprovechan las pausas para ponerse verdes unos a otros.

Llegados aquí me pregunto si habrá green room en los ayuntamientos. Se me hace agradable pensar que, en estos días, están todas pintadas de verde esperanza.

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