La no tan católica Irlanda

Una mujer camina junto a una pintada de dos corazones con los colores del arcoíris en Dublín, el 22 de mayo de 2015, día del referéndum sobre el matrimonio homosexual. / AIDAN CRAWLEY / EFE

Aquella Irlanda que tan bien describió Edna O'Brien en obras como la trilogía 'Las chicas de campo' o en 'Mother Ireland' acaba de recibir sepultura con el indiscutible resultado del referéndum sobre la legalización del matrimonio entre parejas del mismo sexo. Más del 60% de los votantes se han declarado a favor convirtiendo así al país en el primero del mundo en legalizarlo mediante una votación popular.

O'Brien había retratado el ambiente sofocante y represivo de un país donde la Iglesia católica imponía sobre toda la sociedad y de forma absoluta unos códigos de conducta de una rigidez abominable. En Irlanda la religión lo impregnaba todo.

En los años 80 la sociedad irlandesa todavía se manifestaba contraria al aborto (que sigue siendo ilegal) y al divorcio en sendos referéndums, y condenaba con penas de cárcel la homosexualidad que no fue legalizada hasta 1993.

Sin embargo el catolicismo irlandés tuvo que aflojar el poder que ejercía sobre la sociedad cuando empezaron a conocerse los numerosos escándalos de pederastia y otros abusos en escuelas y parroquias. El dominio del delincuente sobre las víctimas y el terror de estas permitieron el silencio y con él la impunidad de que gozaron durante años los agresores.

El resultado ahora del referéndum sobre el matrimonio homosexual indica lo mucho que ha cambiado el país en poco tiempo. También lo refleja el que haya sido un Gobierno de coalición entre conservadores y laboristas quien haya planteado la consulta. 

Hoy, aquellas chicas que tan magistralmente describió O'Brien pueden libremente tomar anticonceptivos, divorciarse y en caso de que sean lesbianas, vivir su homosexualidad sin tener que esconderse. Un gran paso. 

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