Defensa del exceso

Quizá ser autora de la editorial Lumen invalida mi opinión o la hace menos efectiva, o menos objetiva. Incluso se ha insinuado que por ello debería dejar de reseñar libros de Lumen. En el mundo editorial todos somos sospechosos de algo -de favoritismo, de corrupción, de interés propio. Como ya leía y reseñaba libros de Lumen antes de ser autora de la editorial, decidí seguir haciéndolo, también, bajo la sospecha. Hoy, en cambio, no voy a alabar la incuestionable calidad del catálogo, sino que voy a hacerlo de una gran labor que, cuando no pasa desapercibida, es para ser rechazada.

Amante como soy de contar cuántos hombres y cuántas mujeres hay en cualquier lista, cojo uno de los últimos años de publicaciones de Silvia Querini -la editora- y me sorprendo: la mayoría son mujeres. Si cojo el catálogo de cualquier otra editorial importante, los números se me caen de las manos: no hay, siquiera, igualdad.

¿Qué ocurre cuando una editorial es la excepción y hace justamente lo opuesto que las demás casas grandes de libros -dar mayoría al pequeño? Que se convierte en la rara de la familia. La editorial que reúne a hombres como David Grossman o Umberto Eco tiene en su haber a -tomen nota- Virginia Woolf, Alice Munro, Margaret Atwood, Dorothy Parker, Natalia Ginzburg, Donna Tart, Elsa Morante, Cynthia Ozick, Doris Lessing, Flannery O'Connor... y un largo y lujoso etcétera.

Es cierto, lo que menos define a estas escritoras es su condición de mujer: son de una calidad extraordinaria. Entonces, ¿por qué en otros catálogos no encuentran buenas autoras, cuando hay tantas?

Pero voy un poco más allá. Me dejo a un lado la alabanza, no vaya a ser que se me prejuzgue por ser autora, y me fijo en los otros, los lectores. ¿Qué ven en una editorial con tantas mujeres? Una editorial que se dirige a la lectora-mujer. Ven, y cito, a una editorial para señoras. Ven, y cito, a la editorial que hoy publicaría a Corín Tellado.

Ha vuelto, nunca se fue: la creencia de que lo de la mujer solo le interesa a la mujer.