La rueda

Todos los colores del gris

Es poco habitual mirar el pasado a través de los que lo protagonizaron sin salir en las fotos

Es bien sabido que los que se mueven, destacan y marcan tendencia en nuestra sociedad son una minoría. Son la minoría que tiene éxito y, por tanto, son los que salen en la foto, los diarios y los libros de historia. Frente a ellos, silente e impasible, parece que hay una inmensa mayoría que va haciendo y que va tirando. Es lo que solemos definir como la «gente normal» o la «mayoría silenciosa». Una expresión poco afortunada por inexacta y, también, porque, si miramos atrás, nos recuerda un tiempo muy poco democrático donde las voluntades mayoritarias pesaban muy poco y la población, más que silenciosa, podríamos decir que estaba silenciada. Un silencio que podía ser consecuencia del miedo o muchas veces, simplemente, de la falta de ambición o de compromiso. Es por ello que en las fotos, diarios y libros de historia, cuando queremos explicar quiénes somos y lo que hemos hecho acostumbramos a tomar como referencia a la minoría que se mueve y destaca por lo que dijo y por lo que ha hecho a lo largo de estos años. En cambio, es poco habitual hacer el ejercicio contrario de mirar nuestro pasado reciente a través de una imagen menos edificante y ejemplar, la que ofrecen los que han sido protagonistas, precisamente por lo contrario, por todo lo que han callado y por todo lo que han dejado de hacer. Aquellos que han intentado pasar por la vida sin moverse ni hacer ruido. Aquellos que han procurado no destacar especialmente en nada y que han ido moderando sus pasiones para poder tener lo que se llama una vida anónima y normal. Precisamente por todo ello, y ahora que se acerca Sant Jordi, es más que recomendable el libro El águila negra, de Joan Carreras. Una novela que narra la vida gris de un hombre gris y que, de una extraña manera, acaba convirtiéndose en un buen ejemplo de cómo, a veces, más que la excepcionalidad, es la normalidadlo que mejor nos explica y nos define.