La gestión política del jefe del Gobierno

Rajoy y el sermón de la montaña

El presidente comulga más con la religión neoliberal del mercado que con la ética liberadora de Jesús de Nazaret

«Es fácil prometer la luna e incluso el sol. No es lo mismo dar doctrina en un plató de televisión que defender los intereses de España en un Consejo Europeo. A los problemas difíciles no se le hace frente con planteamientos mesiánicos. Algunos confunden la política con el sermón de la montaña». La frase no pertenece a ningún político descreído, sea ateo, agnóstico o indiferente religioso, y menos aún a una persona anticristiana. La pronunció con tono solemne y subrayando bien  las palabras en el discurso de clausura de la Convención Política del PP celebrada el 25 de enero de este año Mariano Rajoy, que no es persona religiosamente descreída, sino católico, apostólico, romano y devoto de Santiago, y que tampoco oculta en público sus creencias.

Todo lo contrario. Durante casi 20 años ha jurado su cargo con la mirada fija en el crucifijo y con la mano en la Biblia en la toma de posesión de los numerosos cargos gubernamentales que ha ocupado: ministro de Administraciones Públicas, de Educación y Cultura, de Interior, de la Presidencia, vicepresidente y presidente del Gobierno. Hizo esta afirmación en un momento en el que la corrupción está instalada en la cúpula del Partido Popular y le afecta a él directamente, con numerosos exdirigentes de su partido en prisión o imputados judicialmente, con un espectacular incremento del paro durante su mandato presidencial que alcanza al 25% de la población activa y más del 50% de los jóvenes desempleados, más de un millón y medio de familias donde todos los miembros están desempleados, un incremento de los desahucios de familias que viven en la indigencia por parte de los bancos que nadan en la abundancia y de instituciones públicas cuya función es garantizar las necesidades básicas de todos los ciudadanos, alarmante incremento de la desigualdadcontrarreforma laboral que coloca a los trabajadores en un estado crónico de desamparo y deja sin efecto la negociación colectiva, desatención médica a los enfermos de hepatitis C, negativa de la hospitalidad a los inmigrantes que acaban ahogados en el mar o lesionados en las vallas con cuchillas de la frontera en su intento desesperado por la supervivencia y, en ocasiones, con la complicidad de las propias Fuerzas de Seguridad del Estado.

Con esta situación de fondo Rajoy ha expresado su distanciamiento del sermón de la montaña. Tal actitud contrasta con la de otro líder político no cristiano, sino hinduista, Mahatma Gandhi (1869-1948), que consideraba el sermón de la montaña un excelente programa para resolver los problemas de la humanidad. Preguntado en cierta ocasión por lord Irwin, virrey británico de la India, cómo podrían resolverse los problemas entre la India y Gran Bretaña, Gandhi le respondió citando el capítulo 5 del Evangelio de Mateo: «Cuando su país y el mío sigan las enseñanzas expuestas por Cristo en el sermón de la montaña se habrán solventado los problemas no solo de nuestros dos países, sino los de todo el mundo».

Los valores que propone el sermón de la montaña son: opción por los empobrecidos y marginados; trabajo por la paz como tarea y objetivo a través de la no-violencia activa; lucha por la justicia en un clima de injusticia estructural; perdón y reconciliación frente al recurso a la venganza de la vieja ley del talión ojo por ojo y diente por diente; compasión solidaria con las víctimas frente a la insensibilidad hacia el sufrimiento humano; una actitud humilde frente a la humillación y a la arrogancia; la autenticidad de vida frente a la doblez y el cinismo; compartir frente a competir; la austeridad ante la acumulación; fe auténtica frente a idolatría. Son todos ellos valores que trascienden el cristianismo, que han entrado a formar parte de la herencia ética de la humanidad y deben convertirse en imperativos categóricos de la ética pública y de la moral privada. Pero ninguno de ellos cotizan en las operaciones bursátiles de la economía neoliberal.

Ahora  se entenderá por qué Gandhi, sin ser cristiano, era un admirador de Jesús de Nazaret y también un fiel seguidor del sermón de la montaña, y Rajoy, siendo como es cristiano, no quiere gobernar conforme a los valores de ese sermón: se encuentra más a gusto con los principios de la religión neoliberal del mercado que con la narrativa alternativa de la ética liberadora de Jesús de Nazaret. Así se explica cómo ha podido jurar tantas veces sus cargos políticos ante el crucificado de Nazaret y con la mano en la Biblia y negarse después a seguir las orientaciones morales del memorable sermón, que constituye un patrimonio de la humanidad.