La artillería pesada del BCE

El presidente del BCE, Mario Draghi. / EFE / ARNE DEDERT

Todo el mundo se hace ahora la misma pregunta. ¿Funcionará la artillería pesada del Banco Central Europeo (Quantitative Easing, QE) para sacar a la zona euro del estancamiento y de la peligrosa senda de la deflación? Es una gran incógnita saber cómo va a reaccionar la economía real al bazuca de 1,1 billones de euros de Mario Draghi. Pero el descomunal bombeo de 60.000 millones de euros de liquidez al mes (5.300 millones de euros directamente a la vena de la banca española) en el eurosistema era inaplazable y, aunque llega tarde, ya ha tenido algunos efectos inmediatos.

El anuncio de la puesta en circulación de tanto dinero en el mercado ha hundido al euro a su nivel más bajo de la década (el viernes por un euro se obtenían 1,12 dólares) lo que es un regalo para las economías europeas muy dependientes de las exportaciones y se suma a otro regalo de duración incierta que es el petróleo barato (el barril de Brent está alrededor de 50 dólares, cuando el pasado junio se pagaba a 113 dólares).

Además, ya hay 10 países cuya deuda pública cotiza a intereses negativos (los ahorradores pagan por tener guardado su dinero en forma de bonos o letras del Estado en vez de cobrar intereses como sería lógico). Esto es positivo para que los Estado altamente endeudados puedan ahorrar dinero en sus emisiones de deuda. Pero, ¿quién paga por perder dinero? Pues inversores asustados que no saben dónde poner su dinero (especialmente ahora con la incertidumbre sobre Grecia), otros que esperan que empiece a subir la inflación y se mitiguen los tipos negativos, y bancos e instituciones que por mandato de sus regulaciones están obligados a comprar deuda pública y tenerla en sus balances.

La ortodoxia europea no permite a los Estados flexibilizar los objetivos de déficit y deuda para que puedan invertir y gastar para salir de la crisis. ¡Hay que hacer reformas y ser austeros! La opción alternativa elegida por la zona euro y que Alemania ha aceptado a regañadientes ha sido la de bombear dinero en el sistema para que baje el euro y la deuda pública y para que sean los bancos (o sea, el sector privado) los que hagan llegar el crédito a la economía, lo que elevaría el consumo, los precios y crearía empleo.

El plan de Draghi no es ni más ni menos que cambiar los letras y bonos del Tesoro que están en los balances de los bancos por dinero contante y sonante. Los bancos se van a encontrar con una cantidad enorme de liquidez. Pero este ya no era su problema, el problema de la banca es la rentabilidad, cómo ganar dinero con los tipos de interés tan bajos (las hipotecas están referenciadas al euríbor que se guía por los tipos de interés), con elevadas tasas de morosidad y con el consumo en mínimos. Para que el plan de Draghi funcione es fundamental que los bancos pongan en marcha el engranaje y que trasladen ese billón de euros a las empresas y a las familias para que estas creen empleo, consuman y muevan la rueda de la economía. ¿Lo harán? Nadie tiene la respuesta. Y como el sistema financiero es tan opaco es muy difícil saber en qué se va emplear ese dinero que dicho sea de paso se va inyectar a través de los bancos centrales de cada país.

Y por si no fueran suficientes las incertidumbres, el manguerazo del BCE ha encendido el detonador de una granada cuya onda expansiva alcanzará a todas las economías del planeta: la guerra de divisas. Una semana antes del anuncio del plan Draghi, el Banco de Suiza tiró la toalla después de tres años y dejó de mantener el franco suizo topado frente al euro. Suiza ya vio claro que ante tal chorro de euros en circulación iba a tener que inyectar muchos francos suizos en el mercado para seguir teniendo una moneda barata. La situación actual amenaza gravemente a la economía helvética, muy dependiente de las exportaciones.

Paralelamente, Dinamarca ha bajado los tipos de interés esta semana, y también lo han hecho Canadá e India. Gran Bretaña estaba considerando subir sus tipos y al final se ha echado atrás. ¿Cuánto tiempo tolerará EEUU un euro bajo sin hacer nada? En septiembre de 1985, los ministros de Economía de las principales naciones industriales se reunieron en el Hotel Plaza de Nueva York y convinieron intervenir en los mercados para depreciar el dólar frente al yen japonés y el marco alemán. No parece que vayamos a ver acciones coordinadas de los bancos centrales. Pero no hay que olvidar que en una guerra, siempre hay daños colaterales.