Geometría variable

Pendientes de Fráncfort

El centro de atención política va a ser este jueves Fráncfort, donde Mario Draghi va a explicar el plan del BCE para comprar bonos en los mercados con el objetivo de bajar más los tipos de interés, agilizar el crédito y expandir la economía. Y es que la estabilidad política europea -donde en las últimas elecciones al Europarlamento surgieron partidos de protesta antisistema que van de la extrema derecha en Francia y Gran Bretaña a la izquierda radical en Grecia y España- depende en parte del retorno al crecimiento. En el 2014 ha sido solo de un mísero 0,8% en la eurozona, según el FMI, que además ha rebajado la previsión del 2015 dos décimas (del escaso 1,4% al 1,2%).

España crece algo más que la media (1,4% en el 2014 y 2% en el 2015, según el FMI) aunque sigue teniendo una tasa de paro superior al doble de la media. Conviene explicar las causas de este relativo despegue, que son a la vez políticas y económicas. La primera son --el FMI lo subraya-- las reformas introducidas con presión europea. O sea, la lucha por la estabilidad presupuestaria iniciada por José Luis Rodríguez Zapatero en mayo del 2010 y la reforma laboral de Mariano Rajoy en el 2012. La elementalidad política española lo rechaza, pero así es. Y mejor nos iría si leyéramos bien lo que pasa.

LA 'PISCINA' DE DRAGHI

La segunda causa es el descenso de los tipos de interés tras las palabras de Draghi en julio del 2012 diciendo que el BCE haría todo lo que fuera necesario --y que sería suficiente-- para que el euro no naufragara. Así los tipos de la deuda española a diez años han bajado de más del 7,5% al entorno del 1,5%. Y aquella frase mágica de Draghi fue posible porque España y los países del sur habían iniciado los ajustes. Y en base a esto, el propio presidente del BCE se pudo lanzar a la piscina con aquella declaración. Contra el criterio del poderoso Bundesbank pero con el visto bueno tácito de Angela Merkel. La cancillera sabía que la explosión del euro sería un desastre pero creía también (y no ha cambiado) que la solidaridad de los ciudadanos de los países del norte tiene un límite claro: que no haga temer una subida de sus impuestos que favorezca a los partidos antieuro en Alemania, HolandaFinlandia y Austria.

NUEVA DECISIÓN POLÍTICA

Y la decisión de este jueves también está condicionada por la política. La compra de bonos es conveniente para asegurar el crecimiento y se puede hacer porque la inflación no es hoy una amenaza (la tasa es negativa en Europa en un 0,2% y en España, en un 1%). Y los bancos centrales de Estados Unidos, Japón e Inglaterra ya han recurrido a ella con éxito (relativo).

Hoy se ataca al BCE por su tardanza y quizás mañana se criticará su carácter limitado. Una crítica es la política (Pablo Iglesias sería el extremo) que pone de referente a la política monetaria americana (sin aprobar la gran flexibilidad de su economía). Otra, más sólida, es la de los economistas --Joseph Stiglitz, por ejemplo-- que también subrayan el contraste con América. Pero las dos ignoran algo fundamental: no tiene el mismo poder moral y material el banco central de una Unión de Estados soberanos (con mercados políticos fraccionados) como es la UE, que el de un Estado soberano con un presidente que nombra al jefe del banco central como Estados Unidos. La Reserva Federal tiene una relación distinta con Barack Obama porque América es un Estado y su único propietario. Draghi tiene que componer porque Merkel (el primer accionista del BCE) depende solo de los electores alemanes.

Un BCE como la Reserva Federal exigiría que el euro tuviera detrás un Estado y un parlamento soberano (no 19). Y Europa (dirigentes y pueblos) optaron por el ritmo lento. Más BCE implica más unión política. Que BerlínParís y Madrid pinten menos.