Como no podía ser de otra manera hoy me debo a la tradición: esa que cada fin de año te permite hacer balances, pedir buenos deseos, y hasta reconciliarte con el enemigo, aunque sin pasarse. Y como me he levantado más optimista y esperanzado que nunca, sueño con que este 2015 que arranca mañana, sea (aquí sí que de verdad) el año de la recuperación en el sector editorial, que ya vale de esa caída irrefrenable a los infiernos. Y ya puestos a pedir, me gustaría que Beatriz de Moura y Javier Cercas hicieran las paces, que Enric Marco hiciera lo propio con Javier y aceptara que él aprobó las reglas de ese juego literario llamado El impostor; que Pérez-Reverte nos explicara qué pasa últimamente en su imaginario creativo que casi va a más de un libro por año como se demostrará próximamente; que la clase media de la literatura española pueda volver a vivir de ella; que aquellos famosos que dicen haber leído Los pilares de la tierra de Ken Follett se enteren de una vez de que existe una continuación y así puedan incorporar un nuevo título a sus entrevistas; que mi hija siga siendo una lectora voraz, que mi hijo no deje de serlo; que le den de una vez el premio Nobel de Literatura a Cormac McCarthy o Annie Proulx; que Ian McEwan vuelva a maravillarnos con una gran historia; que Paul Auster no se pierda también en la autoficción, que la «literatura del yo» ya tiene suficientes representantes; que alguien me cuente si Eduardo Mendoza publicará otra novela pronto; que en este nuevo año los periodistas tengamos más en cuenta a los traductores y también a los ilustradores de libros infantiles; que Barcelona consiga ser Ciudad de la Literatura por la UNESCO; que algunos editores comprendan de una vez la importancia que tiene el editing en su profesión; que bajen más los precios de los libros digitales; que por favor nadie le pida un libro de memorias carcelarias a Isabel Pantoja ni a la familia Núñez; que este 2015 vuelva a sorprenderme con títulos imprevisibles como hicieron en el pasado Jesús Carrasco o Svenja Leiber; que aquellos que me mandaron sus manuscritos y no leí, no la tomen conmigo, y, cómo no, que todos ustedes tengan un 2015... de libro.
Una petición
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