En el año que hoy termina, la cultura catalana ha perdido personalidades de un peso determinante. Tanto si se encontraban en un periodo de plena agitación intelectual como si vivían una época de desfallecimiento físico y mental, el hecho es que el 2014 dice adiós, también, a una determinada manera de hacer las cosas, a un compromiso con la lengua y con la tradición que echaremos mucho de menos. Hace pocos días, un amigo me decía que, a lo largo de los meses que hace que no está, sentía de cerca -como nunca lo había sentido- la maestría de Modest Prats. Es un ejemplo. Citando sus palabras o imaginando qué diría sobre la actualidad más veloz o sobre el último libro que hemos leído. Podríamos asegurar lo mismo de Josep M. Castellet o de Jaume Vallcorba, editores que escribieron su obra magna en el catálogo que fueron componiendo pero que también nos dejaron páginas memorables de erudición, memoria y sabiduría. Hablo de estos tres, pero podría añadir otros, como el compañero Joan Barril, por supuesto. Cada uno a su manera, cada uno con una intensidad diferente. Todos, con un rasgo común: nos permitieron nuevas lecturas de la realidad, visiones del mundo que no tendríamos si no nos hubieran acompañado. Podemos hacer como Vinyoli: «La tierra cobra el diezmo. No hablemos, / sin embargo, de los muertos y construyamos lentamente / el pensamiento de que algo de ellos / está muy cerca». Y más: «Vive tu vida / mezclada con ellos. / Usa de los muertos así».
Dos miradas
Los muertos
El 2014 dice adiós a una determinada manera de hacer las cosas, a un compromiso con la lengua y con la tradición que echaremos mucho de menos
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