Este es el cuento navideño de un dígito. Un simple, pequeño, insignificante número que se declaró inesperadamente en rebeldía y se negó a servir a su princesa. En el reino todos se escandalizaron. ¿Cómo es posible que ese infeliz se haya fugado en vez de asumir su misión en la bella isla de Mallorca? La princesa lloraba desconsolada. No tanto por el carácter irreparable de la fechoría (total, dígitos, lo que son dígitos, le sobraban), sino por la vergüenza de no haber conseguido la obediencia ni la fidelidad de un puñetero número. En el reino todo eran especulaciones. ¿A dónde habrá escapado ese dígito descarado? Empezaron a rastrearlo hasta que, al fin, encontraron su pista. Se había instalado en una cuenta desconocida. ¿Suiza?, temieron algunos imaginando que había ido a visitar a unos números amigos. Pero no, el dígito no había traspasado la frontera. Los servicios de información se afanaron en localizar al titular de la cuenta. Los estrategas trazaban planes para lograr que el dígito depusiera su rebeldía. Podríamos ofrecerle asilo en una tarjeta negra, sugirió uno. También están los sobres, comentó otro. ¡Lo tenemos!, gritó alguien y todos corrieron a mirar su pantalla. Un silencio incómodo planeó en la sala. ¿Y si lo secuestramos?, se atrevió a proponer alguien en voz baja… 2100 0555 31 0201930933. Titular: Banc d'Aliments. Qué buen final si esto no fuera un cuento
DOS MIRADAS
Un dígito
¿Y si lo secuestramos?, se atrevió a proponer alguien en voz baja¿ Qué buen final si esto no fuera un cuento
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