OPINIÓN

Nefelibata

Debe haber algún lugar ignoto donde se reunen los mejores buscadores de palabras -escarbando entre las más de 80.000 que cosechó Joan Corominesen español y en catalán-, quienes las retuercen en beneficio del derecho y los personajes públicos, sean de ocasión o profesionales. Entre estos últimos, el admirable Rodrigo Rato Figaredo. Dicho de paso: de haber leído la biografía de su familia (Los Rato, de Ramón Tijeraseditorial Plaza&Janés), se sabría, por ejemplo, de esta poderoso clan asturiano y su tendencia a practicar las trampas financieras.

Pretendían todos los afectados por la magna y sofisticada red de gastos a cuenta de la Caja de Madrid que toda la confusión era debida a un conducator, aún poco identificado ante la autoridad judicial, que les había mantenido a todos en una nefelibata financiera. Eran 83 meritorios consejeros que a la hora de rendir cuentas, las de verdad, adujeron todos ignorancia cuando no ofensa por reclamarles esas minucias. Todas a extinguir en la vergonzosa cuenta de la caja con el epígrafe de tarjetas de crédito perdidas. La tendencia a la nefelibata, cultismo que indica estar en las nubes, la disipa, ¡por fín!, un juez. Todos sospechosos, con Rato en primera fila. Hay palabras de sobras para calificarles.