Dos miradas

Mártir

El odio, la compasión o el amor recorren caminos extraños. No siempre la senda mayoritaria o la que parece más lógica es la elegida. Sobre la miseria moral que rezuma el deplorable caso de los curas sospechosos de pederastia en Granada, no deja de impresionar que la víctima que denunció el caso al Papa sea un joven de profundas creencias católicas. Mientras que los agresores utilizaban la religión como coartada para cometer los actos más viles, el joven agredido ha sido capaz de separar la vileza de los hombres de la bondad de las ideas. Riqueza, sexo, poder… todas las ideologías, también las más puras y nobles, han sufrido la perversión de algunos hombres que han preferido someterlas a sus propios intereses que ponerse ellos al servicio de fines y sacrificios más dignos. Pocas veces se ha sabido detener la gangrena a tiempo. El miedo a que el mal de unos acabe con las ideas de muchos a menudo ha llevado a ocultar las transgresiones y los abusos. En el preciso instante en el que el silencio se impone al ideario, llega la connivencia, la degeneración.

Si el Papa pudiera nombrar santos en vida, el joven agredido durante años en Granada debería ocupar un lugar preeminente en el altar. Él fue capaz de diferenciar la generosidad del Evangelio del egoísmo y la maldad de los hombres. El día que los mártires del poder y la avaricia de la Iglesia sean reconocidos y venerados, quizá los templos vuelvan a llenarse.