Se busca un relato europeo

Una sesión plenaria del Parlamento Europeo en su sede de Estrasburgo. / EFE / PATRICK SEEGER

Cuando se conmemora el centenario del inicio de la primera guerra mundial, el 70º aniversario del fin de la segunda y los 25 años de la caída del muro de Berlín, impresiona ver sentados en un mismo hemiciclo a franceses y alemanes, a italianos y austriacos, a polacos, bálticos o rumanos, y así hasta representantes de un total de 28 Estados que en un momento u otro de su historia han estado en conflicto.

Los años no han pasado en balde para la Unión Europea. Se ha construido un edificio cada vez más democrático y con mayor legitimidad, pero es un edificio que en estos momentos de crisis no responde a las expectativas de los ciudadanos europeos. De ahí la creciente desafección. Sin embargo, no vale condenar a la UE en su totalidad como hacía la pasada semana el eurodiputado Pablo Iglesias en Estrasburgo, ante unos periodistas catalanes.

La historia está ahí y es importante. Hay que mirar al futuro, pero no hay que renunciar a echar la vista atrás. Al contrario, conviene hacerlo, y cuánto más joven se es, más necesario resulta.

Es lo que hizo la periodista Victoria Martín de la Torre, por ejemplo. Llegó a Bruselas en el 2008 con un excelente currículo académico y profesional. Y lo que de entrada se llevó, según confiesa, fue una gran decepción. La Unión no respondía a la imagen de la institución que ella misma se había creado.

Seis años después sigue allí y ahora entiende y valora esta Europa que a veces resulta tan irritante. Se sumergió en los orígenes del proyecto europeo. Quiso saber cómo había nacido, cómo eran y qué pensaban sus padres fundadores, los Schumann, Monnet, De Gasperi, Adenauer o Spaak. 

El resultado de esta inmersión en la historia es un libro, 'Europe, a Leap into the Unknown' (Europa, un salto a lo desconocido), publicado de momento solo en inglés, en el que hace un viaje en el tiempo para conocer a aquellos visionarios que, contrariamente a lo que se cree, no tenían un plan claro en mente, iban adaptándo la idea fundacional según las necesidades de cada momento, el salto a lo desconocido que ha configurado la historia de la Unión.

Esto es lo que falta, un relato, por usar la palabra de moda,  para que no se reproduzca a escala europea una brecha generacional hecha de incomprensión y desinterés.

Enrico Letta, un muy buen político italiano y europeo al que su correligionario Matteo Renzi apartó de los centros de gobierno, insiste siempre en la necesidad de reconstruir la confianza en la UE. Para hacerlo considera prioritario el dar oportunidades a los jóvenes, no solo con los programas Erasmus actuales sino con la creación de otros destinados a estudiantes en etapas escolares previas.

Letta lo repitió el martes en Barcelona, en un encuentro organizado por Cidob, añadiendo el deseo de que parte de los 300.000 millones de euros que el nuevo presidente de la comisión, Jean-Claude Juncker, anunció para impulsar el crecimiento se destinen a combatir el paro juvenil. Confiemos.

Sin embargo, la elaboración del relato que atrape e interese a los jóvenes tiene grandes obstáculos. Por ejemplo, ¿cómo se les puede pedir que confíen en la UE cuando uno de los grandes temas de la recién inaugurada legislatura europea, el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés), se negocia en la máxima opacidad hasta el punto de que el mandato de los negociadores de Bruselas se mantenía secreto hasta hace pocas semanas? Y estamos hablando de un tratado cuyo resultado afectará de una u otra forma las vidas de todos nosotros.

Pese a todo, no hay que desesperar. Hay jóvenes que lo han entendido, como Alberto Tortolero, entrevistado en la contraportada de EL PERIÓDICOAlberto Tortolero, . Un Erasmus le cambió la vida y ahora es un excelente propagandista de la UE que ha conocido y un animador a que otros como él hagan lo mismo.