Miquel Iceta es un gato viejo con una larga trayectoria política en la que ha sabido hacer de todo gracias a tres peculiares habilidades, más allá de su mítica fontanería familiar: ha sabido hablar, ha sabido callar y ha sabido distinguir los momentos en los que era necesario hablar o bien tenía que callar. Quiero decir que no habla por hablar ni actúa de manera gratuita. Ahora, ha indicado a los ayuntamientos socialistas que faciliten locales para el 9-N, si la Generalitat lo pide por escrito y si los secretarios municipales lo permiten. Dicho así, alguien podría pensar incluso en un cambio de rumbo en la estrategia del PSC. No es el caso. Iceta sabe qué dice y por qué lo dice: «Si usted tiene un grupo de escoltes y pide un local al ayuntamiento, este se lo deja, faltaría más».
¡Faltaría más! A las agrupaciones sardanistas, a los castellers, a los jugadores de ajedrez, a las abuelas que hacen encaje de bolillos y a los constructores de dioramas y pesebres, a todos ellos, hay que cederles los locales de los ayuntamientos para que puedan llevar a cabo sus actividades lúdicas, limpias y apolíticas. Del mismo modo, según la argumentación de Iceta, así debe procederse con lo del proceso participativo, porque reúne las mismas condiciones que los encuentros de sardanistas, castellers, ajedrecistas, encajeras y belenistas. Viendo el bullicio enorme que han montado unos y otros, se nota que el veterano militante y ahora secretario general disfruta como un niño con el espectáculo.