Al contrataque

Tic tac

Sorprende que pasemos los días hablando de derechos a decidir y democracia cuando en lo esencial ni somos ni seremos soberanos

La bomba hace tiempo que está armada. El deseo, la codicia y la voluntad permanente de sacar tajada de la ventaja frente a otros han sido los carburantes que han ido alimentando la huida hacia adelante de un sistema destinado a colapsarse. Basado en la desigualdad, el capitalismo solo puede seguir funcionando si hay una clase media que amortigua la brecha entre ricos y pobres y a la vez puede seguir, ni que sea con dificultades, la espiral consumista.

Y eso ya hace demasiado tiempo que no pasa. Los mecanismos reguladores están corrompidos e instrumentalizados por chulos de casino que nos hacen convivir con riesgos mayúsculos, donde ellos ganan solos y solo nos trasladan las pérdidas. Por eso sorprende que nos pasemos los días hablando de derechos a decidir y de democracias cuando en lo esencial ni somos ni seremos soberanos.

El sistema financiero sigue operando con incentivos perversos, de los que siguen beneficiándose los directivos con menos escrúpulos. Y así la deuda pública argentina, griega o española puede seguir siendo atacada, con las consecuencias pertinentes de desmantelamiento primero y privatización después de las partes más jugosas de la empresa pública. O sea, que gracias a la impericia e impudicia de los gestores públicos y a la voracidad de los privados nuestra sanidad, nuestras pensiones o nuestras políticas sociales se desmoronan como un castillo de naipes. Y no es solo que cada vez pintemos menos ante los fondos de inversión o los imperios tecnológicos o energéticos; lo más preocupante es que nuestra moralidad social tiende a desaparecer.

Sin alternativa

Al estar desbordados y no haber construido diques frente a las tiranías que nos dominan, no hay Gobierno que dome al sector financiero privado sin poder ofrecer una alternativa a la ciudadanía, y el escándalo de las tarjetas de Bankia nos da muestras de la desfachatez con la que operaban y operan algunos. A China nadie le discute ya su poco decoro con los derechos humanos. Frente a la Rusia de Putin y sus atropellos, sanciones y reprimendas de patio de colegio. Frente a Bashar al Asad, nada. Primero porque otra vez China y Rusia disuadieron a Obama de no hacerlo, y después porque el combate contra el Estado Islámico ha pasado a ser prioritario. Manda narices. Los mecanismos reguladores y equilibrantes están secuestrados y pervertidos, por lo que lo más sensato es empezar a pensar que estamos en la fase de los analgésicos. De los cuidados paliativos. La metástasis es un hecho, y lo más cachondo del tema es que mientras languidecemos aún queremos creer en el derecho a decidir. Para ser soberanos, más que cambiar de bandera o de político tendríamos que cambiar las reglas del juego económico. Pero la suerte está echada. Solo nos queda soñar que después del colapso hay otra vida. Y esperar que no sea peor.