Peccata minuta

Retórica del resfriado

Desde hace años, por estas fechas, se produce un fenómeno sociolingüístico global, sea fabril o perezoso el idioma en que se emitan las palabras, cuando un hablante pregunta: «¿Qué tal te ha ido el verano?», y el otro responde: «!Muy bien; demasiado corto!». Las altísimas tasas de paro no han hecho reconsiderar a los humanos el trabajo como privilegio divino. Hemos ganado mucho con respecto a otras décadas en las que tener posibles no era una vergüenza y los compañeros nos hablaban de los paraísos o infiernos visitados, y si no les creíamos, allí estaban diapositivas, fotos o vídeos para testificar que eran más pudientes y cosmopolitas.

En esta rentrée mi situación se ha complicado, ya que me toca responder: «Muy bien, a pesar de mi descomunal resfriado». Y ellos: «Sí, ya se te ve muy congestionado». De entrada, la cosa va bien para eludir el tema principal, pero a la gente nos encanta hacer ver que nos interesamos por los demás, y ellos apuntan que los cambios de tiempo ya lo tienen, que los aires acondicionados son traidores y las corrientes letales.

La receta ideal

Nos quieren tanto que no les basta decir «cuídate» -buen consejo que se ha incrustado en nuestro lenguaje cotidiano aun cuando estás fresco como una rosa- sino que cada interlocutor, todos con la carrera de medicina a medio acabar o nietos de una abuela bruja que curaba el cáncer con cacahuetes, nos prescriben su receta ideal. El coñac, el limón y la miel siguen estando en lo más alto del podio, pero el ajo hervido en agua va ganando adeptos. Y el caldo de pollo, que destroza una a una todas las bacterias pulmonares. A la hora de dormir, imprescindible un pañuelito de seda alrededor del cuello; de seda seda, porque la garganta es muy suya y si no, no funciona.

Los más atentos -ellas, sobre todo- acercan sus labios a nuestra frente y sentencian que fiebre, por más que tengas la sensación de estar a 40, no tienes, lo cual es bueno: tres Ibuprofenos 600 al día, tres vitaminas C y mañana, como nuevo. O Couldina, o Fluimil... Ya nadie habla de nuestra vieja amiga aspirina, que de tantos dolores dentales, auriculares o de cabeza nos salvó; aunque los informados advierten que con una al día no morirás del corazón. Todas estas retóricas acostumbran a resolverse en una frase suprema: si tienes un resfriado y te lo cuidas estarás medio jodido siete días, y si no, una semana.

Contra natura

Acabemos diciendo que no es lo mismo padecer un trancazo o romperse una pierna en invierno que en verano; en la estación del frío el yeso es tibio y acogedor como una tisana, como una mantita, una caricia, y, en cambio, en tiempos de calor, una rotura o un resfriado son desgracias terribles, contra natura, como mazapán en agosto.