Los cristianos en Asia son solamente el 3% de la población, pero el papa Francisco ha dirigido sus pasos hacia aquel continente en su tercer viaje internacional. Corea del Sur, un país donde el cristianismo está en ascenso y los católicos suponen el 10% de los ciudadanos, constituye un marco ideal para al menos tres de los mensajes que el Pontífice quiere transmitir en su periplo, más allá de los mensajes pastorales propios de su misión, dirigidos a la feligresía local. El primero tiene por destinatario a China. Roma y Pekín tienen pésimas relaciones desde la llegada de Mao Zedong al poder hace 65 años, y uno de los objetivos de la diplomacia vaticana es mejorarlas. Francisco ha sido el primer Papa autorizado a sobrevolar territorio chino. Según los usos diplomáticos, eso le ha permitido enviar un mensaje directo a las autoridades chinas. Es difícil hablar de deshielo, porque acto seguido Pekín prohibió viajar a Corea a un grupo de católicos. Pero el mensaje de que China es una prioridad en la agenda vaticana quedó patente. Un segundo objetivo es el de marcar el territorio con las otras iglesias cristianas, también muy activas en Corea del Sur. Finalmente, un territorio dividido a resultas de una guerra como Corea es también el lugar idóneo para hacer un llamamiento a la paz, la reconciliación y la estabilidad, especialmente cuando desde Ucrania hasta Oriente Próximo afloran viejos y nuevos conflictos armados. Pero esta última va a ser una misión imposible.
Los objetivos del Papa en Corea
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