La clave

El perímetro de la mentira

La confesión de una mentira cuestiona todo aquello que alguien ha dicho o hecho e incluso las ideas y sentimientos que ha expresado. En las relaciones interpersonales, el confeso aspira a expiar la pena por la vía afectiva. En el ámbito público, reconocer una mentira equivale a la definitiva inhabilitación. En Alemania, varios ministros han dimitido por mentir en su tesis doctoral, un asunto privado y familiar que diría Mas. Mentir desacredita e inhabilita porque fulmina la confianza, el componente básico de la representación política.

Con su confesión, Pujol ha reconocido dos mentiras: a la Hacienda pública en sus declaraciones de renta durante 34 años y a los ciudadanos de Catalunya cuando le dijo a Susanna Griso que nunca había tenido cuentas en el extranjero. Para algunos, automáticamente, la confesión de Pujol convierte en verdades indiscutidas todo lo publicado y criticado en sus 23 años de gobierno: desde Banca Catalana a la fortuna de sus hijos por las comisiones, pasando por su visión de la historia de Catalunya o su defensa de la lengua. Para algunos, basta la confesión del reo como única prueba definitiva.

Paradojas

Con todo, es legítimo preguntarse: ¿cuándo mintió Pujol? ¿Cuando nos contó que antes de casarse le había dicho a su mujer que se dedicaría a Catalunya antes que a la familia o cuando se lo dijo a ella? ¿Cuando insinuó que la quiebra de Banca Catalana se debía a los fondos que transfirió a la oposición antifranquista o cuando la atribuyó al fiscal general? ¿Cuando bajó la vista ante los dirigentes de su partido que le explicaron las andanzas del júnior o cuando le llamó la atención? ¿Cuando avaló a Mas como el mejor candidato para sucederle o cuando le dijo que sería objeto de un durísimo escrutinio, como explicó Montse Novell? ¿Cuando concluyó que Catalunya era como Lituania pero España no era la URSS o cuando se resignó a la independencia hace un par de años?

Hay que investigar a Pujol, y quitarle sus honores por fraude fiscal. Es más higiénico que dejar a los mentirosos yacer en sus tumbas oficiales mantenidas con los impuestos que Pujol no pagó.