Editoriales
La «desconexión» de CiU con la Corona
Por su impacto simbólico, la abstención de CiU ante la ley de abdicación del rey Juan Carlos reviste gran trascendencia. Basta comparar la foto de los apoyos políticos que cosechará el proceso sucesorio con la del consenso que en 1978 alumbró la Constitución e instauró la Monarquía parlamentaria. Entre las fuerzas que han sobrevivido a estos 35 años, con idénticas siglas o mediante sucesivas refundaciones, solo se registran dos cambios significativos: el no de IU e ICV, herederas de partidos coautores de la Carta Magna como el PCE y el PSUC; y la abstención de CiU, que de avalar la Constitución monárquica pasa a abstenerse cuando de asegurar la continuidad dinástica se trata. Para explicar su alineamiento con el PNV, inamovible en la abstención desde 1978, la federación nacionalista esgrime la «desconexión» de Catalunya con algunas estructuras del Estado, en alusión a la Corona.
Para analizar pros y contras del movimiento de CiU es preciso situarlo en un doble contexto: el de su trayectoria histórica en Madrid y el del viraje independentista que inició hace dos años. Respecto al primero, supone una ruptura en toda regla con una tradición pactista que llevó a Jordi Pujol y Artur Mas a apoyar a distintos gobiernos en sus peores momentos, incluida la amenaza de rescate de España en la etapa de Zapatero. Pero CiU estima ahora que aquel moderantismo no fue correspondido por el Estado. Y qué duda cabe de que, para un partido que promueve una consulta soberanista, en la que aboga por el sí a la secesión, resulta más congruente marcar distancias que adherirse a los dos grandes partidos juramentados con la pervivencia de la Monarquía. Dado el descrédito de las instituciones, para la federación esta postura también es más fácil de defender, tanto ante la airada ciudadanía como ante los socios republicanos que sustentan al Govern. Ello, pese a que la decisión anunciada ayer tras el encuentro de Artur Mas con Josep Antoni Duran Lleida se adornara con la expresión de los mejores deseos para el nuevo jefe del Estado, Felipe VI.
La cruz de este giro radica en el papel que la Corona pueda ejercer para desatascar el conflicto catalán. Con su abstención, mal acogida ayer por la Zarzuela y la Moncloa, CiU pone en jaque la sintonía con el nuevo Monarca y se cierra una puerta, otra más, en su afán de propiciar escenarios de diálogo.
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