Más allá de la crisis de Ucrania

El nuevo lugar de Europa

Si no hay un descalabro, la OTAN pasará a ser el brazo armado de una reforzada unión euroamericana

Rusia y Occidente se disputan Ucrania sin guardar la compostura. Estados Unidos ya es autosuficiente en términos energéticos. Los dos hechos, imprevistos hasta que los hemos tenido encima, marcan, con toda probabilidad, un nuevo escenario geoestratégico global y un nuevo lugar para Europa. Si añadimos el dato, no menos relevante por conocido, según el cual China avanza de manera imparable y va camino de convertirse en la primera potencia económica mundial, obtendremos el tercer vector de cambio.

LA EUROPA democrática fue un balneario protegido por el paraguas norteamericano en los años de la guerra fría. Después de la caída del muro, asistió con notable impasibilidad a las masacres de la última guerra del viejo continente, la de los Balcanes, que finalizó gracias a la decisión intervencionista de Washington. Asistimos ahora a un nuevo conflicto, el de Ucrania, que la Unión tampoco sabría resolver sin Estados Unidos. La presencia del vicepresidente Biden en Kiev es una muestra de la determinación de la Casa Blanca de trazar una línea roja para las ambiciones expansionistas de Putin.

Pero es precisamente la actitud de Rusia, primero en el tablero de Oriente Próximo, donde actúa como protector del régimen genocida sirio y del nuclearismo de Irán, y ahora con la anexión de Crimea y el conflicto que ha provocado en el este de Ucrania, lo que conduce a los americanos a recortar las alas de esta vieja potencia con nuevas ínfulas. Este propósito no se podría llevar a cabo sin perjudicar al socio europeo, que depende del gas ruso. ¿Cómo resolverlo? El famoso fracking proporciona a Washington la carta que necesitaba, de forma que puede ofrecer a Europa tanto gas como sea necesario para poner fin a la amenaza de un corte de suministro por parte de Putin. No es para mañana, pero probablemente sí para pasado mañana.

Rusia no es un país ni emergente ni competitivo. Dispone de una industria en buena parte obsoleta, y saca pecho gracias a la explotación de sus riquezas naturales, fabulosas pero no ilimitadas. En pocas palabras, Rusia exporta energía e importa de todo. De forma que la posible pérdida del cliente europeo constituiría un descalabro muy difícil de superar. A pesar de las apariencias y de la osada habilidad de Putin en el tablero internacional, Rusia es un país más débil de lo que parece. A Europa le conviene corregir su error y huir de la dependencia del gas ruso. A los americanos les conviene vendernos gas y poner a Rusia en su lugar.

Si a la cuestión de la energía le sumamos la próxima firma del tratado de libre comercio a ambos lados del Atlántico norte, acontecimiento de una trascendencia histórica superior al plan Marshall, observaremos el alcance del cambio. Para competir con China en el plano económico es conveniente y oportuna la creación de este enorme mercado integrado por Estados Unidos y Europa. Por otra parte, y dado que la capacidad militar de China es casi irrisoria a nivel planetario -apenas construye su primer gran portaviones-, el gendarme americano es el único que puede asegurar la necesaria estabilidad en el Pérsico, y por lo tanto el suministro de petróleo, tanto a China como a Japón y a las demás grandes y medianas economías que lo necesitan para sobrevivir. Desde un punto de vista americano, la hegemonía que la derecha más agresiva del New American Century pretendía conseguir mediante el uso de la fuerza se la encuentra Obama en las manos, de formas más suaves, como un auténtico regalo del cielo, o mejor dicho del subsuelo. Si no la única, la principal clave del llamado poder blando es la autosuficiencia energética de Estados Unidos. Con esta arma, las otras pasan a ser complementarias.

¿ES CONVENIENTE para Europa el trato ofrecido por América: venta de gas y libre comercio? ¿Tiene Europa otra alternativa? La respuesta a la primera pregunta es , y a la segunda no. Pero aunque halláramos reticencias al , no podríamos oponer resistencia sin exponer a la Unión a unos riesgos que, vista la impotencia geoestratégica, no está en condiciones de afrontar ni de hacer algo para estarlo. Si no se produce un descalabro actualmente imprevisible, la OTAN pasará a ser el brazo armado de una unión euroamericana mucho más sólida y profunda de lo que hemos vivido hasta el presente.

Quienes temen, en fin, que dicha unión comporte una importación del modelo social americano en territorio europeo, solo deben fijarse en Canadá. Si el socio más íntimo y cercano de Estados Unidos disfruta de un modelo social de los más avanzados del mundo, Europa no debería ser menos.