Una llamada suya cambió mi vida

La primera vez que conocí al maestro Paco de Lucía fue cuando yo tenía 13 años.

Fue después de su concierto en Barcelona. Fui a visitarle a su camerino con la guitarra y tuve la suerte de tocar mis temas delante de él. Paco me dijo: «Sigue estudiando mucho la guitarra, cuando seas grande, te llamaré para que me acompañes». Y cumplió su palabra, 10 años después, un día sonó el teléfono de mi casa. Era Paco de Lucía, que no olvidaba su promesa, y me llamó para invitarme a incorporarme a su Trío de Guitarras con José María Banderas. Esa llamada me cambió la vida.

Desde entonces, he tenido la suerte de convivir con él durante 10 años intensamente. Todos esos años fueron para mí una verdadera master class. Yo, al igual que todos los guitarristas flamencos, desde muy pequeño sacaba muchos solos y falsetas de él con una casete, pero tocar esos temas al lado de él todas las noches era un reto inmenso para mí y al mismo tiempo un gran gozo.

Mi primer concierto con él fue en Dinamarca, en un teatro de Copenhague. Justo antes de salir al escenario, yo estaba muy nervioso. Tenía la responsabilidad de acompañar y realzar el toque de Paco, no podía fallar al acompañarle en sus melodías nacidas de su inspiración, y me encontraba pálido. En ese momento,  Paco, que se dio cuenta de mi nerviosismo, se acercó a mí, y posando su mano en mi hombro me dijo: «Juan, olvídate de todo lo que hemos ensayado. Toca como tú lo sientas y confía en ti, en el momento». Paco no solo me enseñó la parte técnica de la guitarra, sino también la filosofía y la actitud hacía la música.

Mi último concierto con Paco de Lucía fue en el Teatro del Generalife de Granada en 1998. Después del concierto, le comenté que yo estaba muy contento en su sexteto y que me quedaría toda la vida en él pero necesitaba tiempo para hacer mi propia música. Me miró a los ojos, y me dijo: «Vete Juan. Haz tu música. Te comprendo perfectamente». Él fue quien me dio el empujón que necesitaba para esa difícil decisión, y me deseó lo mejor en la vida.

El verano pasado, en ese mismo Teatro del Generalife, estuve viendo el concierto maravilloso, como siempre, de Paco. Ese día, ya desde el público, me vinieron muchos recuerdos bonitos que he vivido y compartido con él. Para mí significaba mucho ese concierto. Fue una maravilla, quizás uno de los más grandes que había visto de él.

La grandeza de Paco de Lucía ya la conocemos todos. Gracias a él la guitarra flamenca está en primer plano en el mundo. Él nos abrió nuevos caminos, y nos enseñó a todos a amar y valorar aún más la música y el flamenco. Todavía no me puedo creer que Paco nos haya dejado solos, tan solos… en un desierto de tristeza y soledad. Queridísimo Paco, descansa en paz.