Pequeño observatorio

Consideración sobre el nacionalismo

El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, ha estado en Nueva York, donde ha dado una conferencia. Dijo a los periodistas que lo acompañaban: «Aquí no me preguntan por Catalunya».

Lo que pasa es que, en realidad, a los informadores españoles no se les dio la oportunidad de preguntar nada. El presidente español, de todas maneras, hizo una referencia a los «nacionalistas exacerbados». ¿Qué quiere decir «exacerbado», según la Real Academia Española? Exacerbar significa irritar, provocar «un fuerte enfado o enojo».

O sea que hay unos nacionalismos que irritan y unos nacionalismos, como el español, que no. No hay que decir cuáles son admitidos e incluso admirados. El diccionario de la Academia no diagnostica los buenos y los malos.

Echemos una mirada a las definiciones. 1.- «Apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece». 2.- «Ideología que atribuye entidad propia y diferenciada a un territorio y a sus ciudadanos, y en la que se fundan aspiraciones políticas muy diversas». 3.- «Aspiración o tendencia de un pueblo o raza a tener cierta independencia en sus órganos rectores».

Yo nací en 1927, y he buscado en un libro de Josep M. Ainaud qué pasó aquel año. Una editorial de Madrid publicó un libro donde se lee: «El idioma castellano, o mejor dicho español, es el verbo sagrado y sublime de todos los españoles». En ese mismo año se aseguró esto: «Obligar a usar el castellano en Catalunya es hacerle un favor paternal, como lo es obligar a un niño corto de vista y revoltoso a ponerse unas gafas».

«Resucitar hoy el catalán, sacándolo de la esfera familiar, es un anacronismo contrario al progreso». «Catalunya no tiene geográficamente personalidad propia».

Todo esto, y mucho más, se pudo leer el año en el que yo nací.

Invito al señor Rajoy a considerar si estos textos -tengo muchos más- responden a su idea de «nacionalismo exacerbado».