Wert, Mas y los demás

Patético, si señores. En más de una ocasión he llegado a sospechar que los ministros de Mariano Rajoy se esmeran en embrollar lo complejo para que todo reviente, para que les echen de la poltrona y verse, así, liberados del cáliz de una gobernabilidad que son incapaces de gestionar. Lo del ministro Wert, además de infumable, es incomprensible y hace buena la editorial de EL PERIÓDICO cuando afirma en un destacado: "El proyecto de educación es un atentando contra la equidad, la laicidad y la inmersión lingüística". Pues sí, es todo eso y mucho más. Comienzo a pensar que las decisiones que toma el Gobierno central se sustentan, en proporción pareja, sobre la torpeza y la volumetría testicular de inspiración tabernaria. De existir un examen de pirómano, los pupilos de Mariano obtendrían matrículas de honor cum laude.

Pero desgraciadamente no todo termina ahí. Como efecto colateral a tanta bisoñez política el presidente Mas ha vuelto a agarrar el timón de su barquito velero, después de haber navegado desnortado un montón de meses. Y ni corto ni perezoso, tras encaramarse al trinquete, ha llamado a la marinería a una lucha a muerte contra la hidra que emerge de la más profunda de las reacciones. Los recursos continuados al Tribunal Constitucional, leyes como las de Wert y Gallardón o los diplomas vestiditos de azul de Llanos de Luna son, para el president Mas, la mejor bebida energética. Le da fuerza --y razones-- para tocar arrebato. Las torpes maniobras del PP respecto a Catalunya han dibujado una línea roja, un abismo, entre las políticas aceptables para los catalanes y las que no lo son.

Artur Mas y los suyos han aprovechado la ocasión para llamar a la movilización colectiva. Creo, sinceramente, que hay que acudir a la llamada del 'president' de la Generalitat. Eso sí, advirtiendo de antemano a la peña convergente de que el ciudadano, a estas alturas de la película, no se va a dejar engañar. Mas y CDC tras mil dudas se plantaron al frente de la famosa manifestación del 11-S. La 'mani' les desbordó y hoy pagamos un alto precio por ello en forma de improvisaciones. José Montilla también encabezó otra gran manifestación un caluroso mes de julio y fue sobrepasado por los acontecimientos. Me atrevería a aconsejar prudencia al Ejecutivo catalán para que no juegue con fuego, para que aparque el partidismo y no intente sacar réditos espurios del cabreo general. La historia política está repleta de boomerangs. Hace pocas semanas --al margen de Wert-- miles de padres, profesores y alumnos maldecían, en plena calle, las políticas de Irene Rigau; pedían becas comedor y atención a las escuelas infantiles. ¿Lo recuerdan? ¿Sí? Pues urge tomar las medidas oportunas al respecto. No vaya a ser que a los jerarcas convergentes les pase lo que a los americanos en Afganistán, que ayudaron a crecer a los talibanes y ahora no pueden con ellos.

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