Pequeño observatorio

La depurada fuerza del dibujo

Parece que van desapareciendo algunas galerías de arte que existían en Barcelona. Tanto modernas como antiguas. La última en cerrar es la René Metras, dedicada sobre todo al arte moderno. En mi barrio de cuando era joven -Consell de Cent, entre el paseo de Gràcia y Balmes- se concentraban algunas salas de exposiciones, como entonces se llamaban. Ahora me doy cuenta de que en los rótulos no solía figurar la palabra arte. Eran locales donde se exponían «pinturas».

Uno de los recuerdos de mi inicial adolescencia va unido a aquellas visitas en las que, el domingo por la mañana, mi padre me llevaba a ver «exposiciones». En aquellas salas se exhibían regularmente paisajes realistas -la abstracción no existía, al menos para la mayoría de ciudadanos-, amables estampas de ríos y casas rurales, paisajes de playa y de mar -«marinas»- y algunas pinturas de jarrones con ramos de flores, reproducidos con la detallada perfección que era propia del oficio.

La sala Gaspar estaba exactamente al lado de mi casa, y era uno de los puntos de referencia. Ahora ya no está en ese lugar, y también ha desaparecido alguna otra sala que colaboraba a la identidad artística de ese espacio urbano. Ya hace unos cuantos años, antes de que cerrase, entré con frecuencia en la sala de Salvador Riera, que tenía cerámicas muy bonitas y con quien coincidí algún verano en la costa. Un personaje afable que en Sant Feliu de Guíxols un día me invitó a comer, advirtiéndome cuando nos sentábamos a la mesa: «Si no te importa beberemos champán, porque soy alérgico al olor de vino».

Las últimas veces que he visitado una sala de arte he sido la que tiene Francisco Mestre en la calle de Enric Granados -en mi antiguo barrio, claro-. Su especialidad son los dibujos. ¡Qué excelentes dibujantes ha habido en Catalunya! Me gustaría mucho saber dibujar. El arte del trazo mínimo y su expresividad. El arte hermano de la escritura. La humildad de una línea sobre el papel.