La clave

Más democracia en Pedralbes

El president Mas se presentó a las elecciones del 2010 con la bandera del derecho a decidir. Fue una manera inteligente de mantener la hegemonía política de CiU asumiendo la creciente desafección de los catalanes respecto de la política española que llegó a denunciar su antecesor Montilla. Desde septiembre del 2012, tras la manifestación de la Diada, y en la campaña electoral de noviembre, Mas se declaró partidario no solo de proclamar sino también de ejercer ese derecho a decidir. Y en la sesión del Parlament en la que adelantó las elecciones tuvo la astucia de conectar ese ejercicio con la voluntad de profundizar en la democracia expresada en las encuestas por la mayoría de los ciudadanos. Si la causa catalana tiene alguna posibilidad de prosperar no será como proceso de descolonización ni como revolución bolivariana. Será como exigencia democrática. Así la han defendido Mas, y su portavoz Homs, una y otra vez elogiando el comportamiento del Gobierno británico ante la demanda escocesa de referendo frente a la respuesta autoritaria del Gobierno español.

Pues bien, la misma democracia que ha de permitir a Catalunya decidir su futuro ha de regir también su presente. Y, la verdad, no me imagino a David Cameron reuniendo de escondidas al Gobierno de su majestad en Westminster un sábado por la mañana para proclamar un estado de «emergencia nacional» sin luz ni taquígrafos. O la situación no es lo suficientemente grave como para informar a la población o estamos ante otro de esos ataques de estética de la política catalana cuando se llena de grandes palabras para seguir donde siempre. En todo caso, estoy seguro de que si Andy Coulson hubiera vendido la foto exclusiva de la reunión clandestina para ganarse la simpatía de los medios en la carrera sucesoria, habría sido fulminantemente destituido.

Derecho a decidir

Mas debe ejercer su derecho a decidir, plenamente. A decidir los consellers que quiere tener en su Govern y a decidir la política informativa de su Govern. Lo que pasa es que proclamar la guerra o la paz a través de una exclusiva es impropio tanto de una democracia como de un gobernante creíble.