La promoción de las ciudades

Tasa turística y cultura

Barcelona debe destinar esos ingresos a paliar los efectos de la llegada masiva de visitantes

Tasa turística y cultura_MEDIA_3 / MONRA

Las crisis sirven para replantearnos las reglas de funcionamiento de nuestras sociedades, y entre los muchos efectos de la actual crisis económica nos encontramos con la recuperación de la polémica tasa de pernoctación o tasa turística.

San Francisco lleva más de 50 años aplicando latransient occupancy taxy celebró el medio siglo con un gran festival cultural. Los políticos que instauraron este impuesto buscaron sinergias entre el principal sector económico de la ciudad, el turismo, y uno de los que más proyección podría tener en el futuro, el sector cultural.

Siendo una ciudad mediana en términos de población o industria, San Francisco cuenta con una oferta cultural de máximo nivel que sirve de dinamizadora de la economía local y de atracción para los turistas, que la sitúan como una de las principales razones para visitar la ciudad. Una parte de lo que ingresa va directamente a las instituciones culturales, que pueden recibir un máximo del 15% de su presupuesto total. De esta manera, se garantiza una variada oferta de actividades culturales sin que el contribuyente lo note a la vez que se crean puestos de trabajo que son ocupados por la población local. En el 2010 visitaron la ciudad 15,9 millones de personas que se dejaron en sus negocios 8.300 millones de dólares.

Aún recordamos la breve y mediática vida de la ecotasa en la comunidad balear que se debía cobrar a los turistas alojados en hoteles y apartamentos turísticos. La recaudación se destinaba a nutrir el fondo para la rehabilitación de espacios turísticos y su finalidad era, además de aumentar los ingresos, la sostenibilidad ambiental y económica. Recuperando el paisaje herido por la codicia de los constructores, salvando patrimonio que se había dejado perder por sus propietarios e invirtiendo en proyectos que ayudaban a mantener la economía tradicional se buscaba reducir el impacto que los visitantes tienen sobre el territorio, proteger el paisaje y al mismo tiempo estimular la economía. Para la patronal turística esta pequeña tasa de hasta dos euros, que en un año recaudó 36,7 millones, significaba la sentencia de muerte del sector, y boicoteó su aplicación haciendo cruzada para su eliminación.

Diez años más tarde, y con una economía casi paralizada y que aún digiere la excesiva dependencia de la construcción, muy ligada a un modelo de turismo masivo, el Govern de Catalunya ha decidido, una vez oídos los expertos, instaurar una tasa a los visitantes. Este tipo de recargos son muy comunes en otros países y ciudades como París, Roma o Nueva York, y por lo tanto es posible estudiar y cuantificar sus efectos sin caer en la demagogia que inundó el debate en Baleares.

Lo más valorado por los siete millones largos de turistas que visitaron Barcelona en el 2010 fue su arquitectura y la oferta cultural, seguidos del ocio y el entretenimiento. Barcelona no necesita promoción para ser conocida; en el 2011 superará los ocho millones de turistas convirtiéndose en el cuarto destino europeo, pero en un mundo globalizado sí necesita situarse entre las ciudades medianas y para ello debe encontrar un modelo propio. Dispone de un amplio abanico de infraestructuras culturales y una extensa red de gestores que sirven de enlace entre los creadores locales e internacionales y las instituciones culturales.

La Generalitat quiere destinar la recaudación de este nuevo impuesto a la promoción y de esta manera ahorrarse la correspondiente partida presupuestaria. Nadie negará que una buena promoción es indispensable, pero tampoco se negará que si el producto no es bastante bueno, no se venderá ni anunciándolo el dalái lama. En momentos de recortes que ya afectan a algunos iconos culturales como las iglesias románicas de la Vall de Boí, el Liceu o la Biblioteca de Catalunya, deberíamos ser capaces de ver el potencial económico de la cultura y sus estrechos vínculos con el turismo. Como hace unos días decía elconsellerMascarell,Catalunya no tiene petróleo, pero le sobra talento.

Una localidad como Lloret no tiene las mismas necesidades en términos de promoción turística que capitales como Barcelona o Girona. Barcelona debería poder dedicar una parte de la recaudación a paliar algunos de los efectos negativos que la presencia masiva de turistas genera en los ciudadanos, como los residuos o la privatización de espacios, y al mismo tiempo apoyar las industrias culturales que atraen visitantes que quieren disfrutar de una ciudad artísticamente viva.

Los ingresos públicos no acaban de recuperarse y tenemos que buscar nuevas fuentes, y los turistas ya lo son de manera directa. Ahora nos toca utilizar este potencial para que nuestra capital pueda continuar ofreciendo una dinámica escena cultural y artística que, además de atraer turistas, sirva de motor de la economía local. No se debe confundir el márketing, es decir, la promoción, con la estrategia, como es impulsar la economía mediante dos de los sectores más dinámicos y con más futuro: el turismo y la cultura. Si ahora ya toca, toca hacerlo bien. Gestor de artes escénicas musicales.