Dos miradas

Mi hijo... y el tuyo

Una empresa alicantina ha negado a un trabajador el derecho a reducir la jornada para cuidar de su hijo. La compañía solicitó pruebas que confirmaran que la madre no podía hacerse cargo del niño, presuponiendo que en ella recaía el cuidado del hijo. La anécdota no deja de retratar una realidad enquistada en el mundo laboral: la mirada desigual hacia un padre o una madre trabajadores. Y más en estos tiempos de crisis. Ante una contratación o un despido, el latiguillo de «él tiene que mantener una familia» sigue en plena vigencia. Por el contrario, a ella se le contempla como una posible fuente de conflictos por su interés en conciliar familia y trabajo.

A pesar de la formación y la experiencia, la mujer sigue un paso por detrás de sus compañeros hombres. Un paso que, aún en demasiadas ocasiones, ella cede voluntariamente. Quizá por la pasividad del padre, quizá por pura herencia cultural o genética, la gran mayoría de mujeres acaban tomando las riendas del cuidado del niño. Son las que gobiernan sus horarios y sus necesidades. ¿Cuánto hay de culpabilidad, responsabilidad o superioridad en ese mayor control? Sea cual sea el peso de cada sentimiento, el intento de conciliación se convierte en una sobrecarga emocional y física que aleja a las mujeres de los puestos de decisión y a los padres de la asunción de sus responsabilidades. Un paso atrás para todos.