No es nada despreciable que el 42,9% de los catalanes digansía la independencia de su país. Si, además, tenemos en cuenta que el 23,3% dicen que se abstendrán en un hipotético referendo, la cifra porcentual de los que votarían a favor aumenta de una manera que podríamos calificar sin duda de histórica. ¿Quiere esto decir que la encuesta del Centre d'Estudis d'Opinió es la antesala de un nuevo Estado europeo? Por supuesto que no. En este barómetro, misterioso como todos los estudios en los que se barajan, se cuecen y se comen números, hay un dato que es bastante curioso. La misma cantidad de gente que se declara a favor delsítambién dice que se siente tan española como catalana, con lo cual es fácil intuir que hay algún detalle que se nos escapa. Hay un altísimo porcentaje de ciudadanos que son autonomistas o federalistas, muy por encima de los que declaran ser decididamente independentistas. ¿Qué nos quiere decir, pues, la encuesta? Si tenemos en cuenta que el factor que haría decidir el voto de manera concluyente es, sobre todo, económico, nos encontramos con que, más allá de la visceralidad patriótica, si el país se plantea con cierta seriedad la disyuntiva de la separación, es a partir de la reflexión sobre criterios materiales. Serían ilusas las voces que, de la encuesta, extrajeran una lectura eufórica. Lo serían tanto como las de aquellos que no le otorgaran un crédito cierto y visionario.
dos miradas
El 42,9%
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