La Biblia esconde muchos secretos y lecturas extraordinariamente diversas. Y enigmas, como remarcóMàrius Serraen la presentación de la nueva edición de laBíblia Catalana Interconfessional.Uno de los enigmas, por ejemplo, es entender cómo es posible que esta biblioteca de manuscritos, tradiciones, antiguas leyendas y palabras que nos hablan desde el más rabioso presente invoque espíritus tan alejados entre sí. En la última película deGuerín,de la que les hablaba hace unos días, hay todo un ejército de predicadores o de locos, o de ambas cosas a la vez, que usan fragmentos de la Biblia para anunciar grandes catástrofes y para infundir temor a un futuro repleto de catástrofes y maldades. Junto a esos precursores banales del fin, hay poetas (pienso en elNabídeCarner, por ejemplo) que han construido, a partir de la Biblia, las páginas más sólidas de una literatura. Este libro de libros contiene fragmentos terribles, orgías de sangre, venganzas e infanticidios. Y también escenarios en los que la belleza está de acuerdo con la verdad, elogios de la vida disoluta y feliz y lecciones que nadie tendría nunca que olvidar. «Hay un tiempo para buscar y un tiempo para perder»,como dice el queridísimo Cohèlet, aquel crápula que Joan Fustertenía en la gloria. Todo ello, en un catalán pulcro y en extremo cautivador. Una lengua ahora aliñada con los trazos suaves y los apuntes subyugantes y sutiles dePerico Pastor.
Dos miradas
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