El cuerno del cruasán

Bush, Condi y la pistola de Sadam

Hace no sé cuantas semanas que las memorias deGeorge W. Bush, el peor presidente de Estados Unidos, están en el número uno de ventas de su país. Llevan ya más de dos millones de ejemplares. Aprovechando que el Gobierno deObamavive momentos tibios, los medios conservadores se agarran a la cifra para revivir con nostalgia los años dorados de la Administración deBush Jr.Es un espejismo y una manipulación, claro, porque no todos compran el libro por afinidad republicana. Al revés, más de un lector se acercará por curiosidad adversa, para molestarse, igual que la gente de aquí, alguna noche, mira las tertulias de Intereconomía y luego se va a la cama con el cuerpo molido, como si hubiera participado en un combate de lucha libre.

De todos modos, lo que sorprende del fenómenoBushes que abra las listas de no ficción, porque cuentan que su libro destaca por el contenido fabulador. Yo no lo he leído, pero me basta con los fragmentos citados por los periodistas.George Packer,en la revistaThe New Yorker,cuenta que cada capítulo del libro está dedicado a un tema clave de su mandato, como la invasión de Irak o la crisis financiera.Bushargumenta las decisiones que tuvo que tomar --él mismo se hace llamarEl decididor,un alias de superhéroe--, solo que a menudo es obvio que él no decidió nada. De vez en cuando escribe una anécdota para el lucimiento personal. Cuenta, por ejemplo, que en su despacho guardaba dos reliquias de la guerra de Irak: «Un ladrillo de la casa abatida del líder talibán, el muláOmar, y una pistola queSadam Huseinllevaba encima cuando le capturaron».

Bush cree que está en una película, como demuestra este fragmento de sus memorias sobre el 11 de septiembre (traduzco): «Llamé a Condi desde el teléfono de la limusina. Me dijo que un tercer avión había colisionado, en este caso en el Pentágono. Me repantingué en el asiento y absorbí sus palabras. Mis pensamientos se aclararon: el primer avión podía ser un accidente; el segundo era un ataque a las claras; el tercero ya era una declaración de guerra. La sangre me hervía. Encontraríamos a los que nos habían hecho aquello… y les machacaríamos». Ya ven:Bushes Rambo narrando en planbest-seller.Este es el imaginario visual de la ultraderecha americana, ya sean los republicanos o el Tea Party. Es el mismo impulso que llevó aSarah Palina marcar con una diana a la congresista demócrata de Arizona. Luego va un perturbado y dispara.