Lleva días preguntando cuándo van a ir a comprar la carta a los Reyes. Aún falta mucho, cariño, le dice la madre. Dibújala tú mismo, le responde el padre, quedará más bonita. Pero el niño se enfurruña. Estos mayores le toman por tonto. ¿Cómo van a quedar más bonitos sus garabatos que esas cartas tan chulas con reyes, desiertos y estrellas brillantes? Ha visto alguna en internet, pero no es lo mismo. Quiere ir a la tienda y escoger. Aún no tiene muy claro qué pedir. Su padre le dice que poca cosa, que los Reyes Magos también sufren la crisis. Qué rollo esto de la crisis… ¿Por qué no se irá ya? A él las cosas le gustaban más antes. Cuando su padre no paraba tanto por casa, pero estaba de mejor humor. Además, la crisis ya le fastidió el año pasado. No le llegaron ni el Scalextric ni el barco pirata que pidió. Su madre le dice que pida dos pantalones nuevos. Pero él no quiere pedir ropa. Es un rollo… Y tampoco quiere que vuelvan a quitarle nada a su primo mayor. Él no lo ha dicho a nadie porque es un secreto entre los Reyes Magos y él, pero el disfraz de Harry Potter que le trajeron el año pasado, él lo había visto un montón de veces en casa de su primo. Siempre que vienen sus tíos de visita, lo esconde bien, no sea que un día lo vean y se líe. Quizá pida un patinete. Y una pelota. ¡Y una camiseta de Messi! Y… ¿No? ¿Solo una cosa? ¿Una? Vale, vale, no os enfadéis. Jo… qué rollo.
Dos miradas
Qué rollo de crisis
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