El turno

Ahora le toca al bipartito

Los electores han decidido que el tripartito lo ha hecho muy mal. Quizá no tanto, si se miran las leyes, decisiones e iniciativas hechas, en casos importantes con la colaboración de la oposición mayoritaria. La marca tripartito, no obstante, ya nació asediada por fuerzas políticas, sociales y mediáticas que trabajaron de lo lindo en su descrédito. Y el tripartito -bastante inhábil- se lo puso bien. Durante la campaña electoral, por ejemplo, el PSC y ERC se distanciaron claramente de la coalición, es decir, de sí mismos. ¿Querían que no se les volviera a votar? Pues lo consiguieron.

Y después del tripartito viene un bipartito que nadie denominará así (¡uy, no!) a pesar de que CDC y UDC son dos partidos y su Gobierno conjunto será, está claro, el de un bipartito. Estaría bien que este bipartito tuviera en cuenta dos cosas que el tripartito no tuvo claras.

Primera: un Gobierno de coalición -tripartito, bipartito o como muchos de los que mandan en Europa- tiene que ser tan riguroso como cualquier otro, porque primero tiene que prever y pactar la acción de gobierno futura, con las leyes e iniciativas que se llevarán a cabo y que los partidos del Gobierno aceptan plenamente. El tripartito no lo supo hacer.

Segunda: una coalición también tiene que fomentar la vitalidad democrática. Por eso, los partidos que soportan (sí, soportan) al Gobierno tienen que continuar con ideas, proyectos y debates más allá de lo que hayan pactado -quizá con dificultades- como programa de gobierno. Una cosa es el Gobierno -serio y cumplidor, pero limitado- y otra la vida y el debate políticos. Esto, sin embargo, en Catalunya no lo defiende prácticamente nadie. Aquí se idealiza la unidad estéril que viene del silencio, la obediencia y la sumisión. Como experiencia democrática, es muy pobre. Parece, pero, que muchos votantes lo quieren. El bipartito -que no se presenta como tal- se lo ha prometido.