Memoria histórica
El atroz crimen real de una mujer y sus seis hijos en 1936 inspira la nueva novela de Dolores Redondo
La novelista donostiarra regresa con ‘Las que no duermen. NASH’ a los escenarios de su exitosa trilogía ‘mystic noir’ del Baztán
Las brujas se alían con Dolores Redondo: "El miedo y la superstición pueden llevar a matar"
1936, en los primeros meses de la Guerra Civil. Juana Josefa Sagardía Goñi era una bella mujer de 38 años embarazada de siete meses. Junto a seis de sus siete hijos, Joaquín (16 años), Antonio (12), Pedro Julián (9), Martina (6), José (3) y Asunción (18 meses) fue arrojada por sus vecinos a la sima de Legarrea, cerca de Gaztelu (Donamaría), en el valle navarro de Malerreka. Fue una caída libre de 50 metros de profundidad (unos 16 pisos) por esa grieta natural. Un crimen atroz cuyas motivaciones siguen rodeadas de misterio tras años de silencios. Este caso real inspira la nueva ficción de la novelista donostiarra Dolores Redondo (1969), ‘Las que no duermen. NASH’ (Destino / Columna), que regresa a los escenarios de su trilogía del Baztán explorando la fusión de novela negra y mitología vasco navarra que ha logrado convertir en fenómeno superventas.
"No tengo que inventarme un crimen místico. Es real que una gente arrojó a su vecina y a sus hijos a una sima aprovechando los primeros días de la Guerra Civil bajo la creencia de que era una bruja. Me inspiró el lugar y la realidad", comenta Redondo en entrevista a este diario ante un caso que fue de una brutalidad extrema y del que ya se hizo eco tras una completa investigación el escritor Jose Mari Esparza en el libro ‘La Sima. ¿Qué fue de la familia Sagardía?’ (Txalaparta) o Elixabet Badiola en 'Glicinia rota'.
Dolores Redondo, con el árbol bajo el que se abre la sima de Legarrea, escenario de crímenes, en Navarra. / Carlos Ruiz B.k.
En diciembre de 2014, un grupo de espeleólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi bajó a la sima de Legarrea. Lo lideraba el reconocido antropólogo forense Paco Etxeberria, el mismo que resolvió el caso Bretón, de los dos niños asesinados por su padre. La rumorología apuntaba a que en su interior podían estar los restos de Juana Josefa Sagardía y seis de sus hijos. Pero lo primero que encontraron fue un cadáver reciente, el de un joven de Legasa, Iñaki Indart, que había desaparecido en 2008.
La búsqueda de Juana Josefa continuó y en 2016 se hallaron sus restos y los de sus hijos en el fondo de la sima. En 1936 habían desaparecido sin dejar rastro tras ser acusados de pequeños hurtos y expulsados de su casa y del pueblo. Se habían refugiado en el monte y los rumores señalaban que una noche vecinos de Gaztelu los llevaron a la sima y los arrojaron dentro. Hubo detenciones y el sumario estuvo abierto una década hasta que el régimen franquista lo cerró tras una inspección ocular del fondo de la sima.
Opina Redondo que prevalece la hipótesis de que "fue una ejecución por brujería, un crimen de odio, porque existía el rumor, el firme rumor, de que esa mujer era bruja, que practicaba la antigua religión, que no iba a la iglesia. Se decía que otros miembros de su familia también lo eran, sobre todo las mujeres. Dicen que era muy bella, y eso pudo despertar también las miradas de los hombres del pueblo". La impunidad tras el golpe militar pudo ser determinante, añade la escritora, que recuerda cómo en todo el país se aprovechó la Guerra Civil para saldar cuentas, venganzas personales rencillas entre vecinos por lindes de tierras, envidias...
Menos probable es que las motivaciones fueran ideológicas o políticas, como las represalias que se sucedieron entre bandos durante el conflicto. Juana Josefa estaba vinculada a una familia de militares navarros y su marido, Pedro Sagardía, y el hijo mayor se habían alistado en el bando nacional. Todos en Gaztelu eran carlistas y del bando rebelde, como en gran parte de Navarra, y ninguno había votado al Frente Popular en 1936. El padre volvió a casa en 1937 para buscar noticias de su familia pero entonces lo arrestaron y encerraron una semana en el cuartel de la Guardia Civil del cercano Santesteban y le soltaron conminándole a no volver.
La madre y la hermana de Juana Josefa (a otra hermana la mató un rayo) no iban a la iglesia, creían "en los dioses antiguos de los vascos", hacían sortilegios, y curaban con plantas, reza hoy un cartel conmemorativo del crimen en Gaztelu. No es menospreciable, apuntan, el papel acusador del párroco y del comandante de la Guardia Civil.
En 2017 se celebró un acto de homenaje en el pueblo con los descendientes de la familia Sagardía y se inhumaron los restos de Juana Josefa y sus hijos en el cementerio de Gaztelu, cuyos vecinos respiran un sentimiento de reparación hacia las víctimas. Como señalaba este martes ante la sima junto a Redondo la periodista local Alicia del Castillo, de la cercana localidad de Santesteban, "quisieron estar acompañando a la familia en el entierro e intentan romper con esa culpa que quedó en sus propias familias. Quienes cometieron aquellos crímenes pensaron que si se rodeaba de silencios se olvidaría con el tiempo, pero la novela significa ahora que no quedará en el olvido". En 2020, el Gobierno foral de Navarra declaró la sima de Legarrea Lugar de Memoria Histórica.
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