Concierto en Barcelona

La Casa Azul y su dulce venganza en el Sant Jordi Club, 25 años después

Guille Milkyway festejó el 25º aniversario de su proyecto musical con un arrollador concierto en el que recorrió una treintena de canciones y contó con Soleá Morente como invitada

Guille Milkyway durante el concierto de La Casa Azul en el Sant Jordi Club. FOTO FERRAN SENDRA / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

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Lo de La Casa Azul es una bofetada con la mano abierta a la afectación, el culto al oscurantismo, el postureo intelectual. Canciones que tienden a arroparte y elevarte con las propiedades más explosivas del arte pop: el cruce (tan 2024) de euforia y melancolía, la danza para perder el mundo de vista y los estribillos así de grandes. Como el de ‘La fiesta universal’, que abrió la sesión, este sábado en el Sant Jordi Club, cubierto por una lluvia de confeti y lanzando un dardo contra el cinismo y las modernas inquisiciones: “Deja que se rían, déjales pavonear / El arroz se les pasó hace tanto tiempo, qué más da”.

Hasta para un grupo (o algo así) como La Casa Azul pasa el tiempo, ya son 25 sus años de singladura, y el concierto (entradas agotadas) dispensó un arrollador recorrido por una treintena de canciones ilustrativas de su paulatina sofisticación sonora y lírica. Hay distancia entre el ‘bubblegum’ de la adorable ‘Superguay’ (2003) y esa cavilación sobre la soledad (el “refugio bonito” donde el joven Guille creaba sus canciones en sus inicios, según explicó) que es ‘Gran esfera’ (2019). Pieza inhabitual de sus repertorios, como otras que salpicaron la noche, caso de ‘Por si alguna vez te vas’. La puesta en escena fue contundente, con cinco cómplices con los que Milkyway ha señoreado en grandes festivales. Lo del Sant Jordi Club era otra cosa: estaban ante un público suyo y solo suyo, y se notó (abajo y arriba del escenario).

Hay un idealismo de fondo en La Casa Azul que explica las acusaciones de inocencia, aunque su material moderno sea rematadamente adulto, tocado por un poco de literatura melodramática (“fuiste un velero en mi naufragio espiritual”, dice, a lo Perales, ‘Prometo no olvidar’, uno de los temas del nuevo epé), pero apuntando, ahí sí, al sueño de un mundo mejor. Bueno, no es tan grave, ¿verdad? Milkyway exorcizó terrores íntimos, inseguridades y descalabros emocionales montado en su esbelta ola de tonadas, centrifugando influencias (disco, soul, synth-pop, Euro-pop) y rindiéndose una vez más ante las mujeres de su vida en ‘Esta noche solo cantan para mí’: de Raffaella Carrà a Weyes Blood desfilaron por la pantalla (y Lulu, y Mina, y Lio, y decenas más).

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Y en carne y hueso, Soleá Morente, que apareció para darle la réplica, con todo el sentimiento, en ese pedazo de cumbia antigua y moderna a la vez que es ‘Vamos a olvidar’. Agradecimientos al radiofonista Juan de Pablos y a Luis Calvo y Montse Santalla, cómplices de vida desde el sello Elefant, en un subidón final en el que, a propósito de ‘La revolución sexual’, Milkyway recordó los tiempos en que se veía justificándose por cantar a “la grandeza del amor”. Pero vivir bien es la mejor venganza.

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