Fenómeno en alza

Los ‘superfans’ cambian las reglas del negocio musical

Taylor Swift se hace un selfie con un fan en el Festival de Cine de Toronto. / MARK BLINCH

La figura del fan hipermotivado, dispuesto a gastarse el sueldo en discos, camisetas y entradas de conciertos de sus ídolos, es tan antigua como la cultura pop (o más si cabe), pero nunca había constituido un segmento de mercado tan identificable y explotable. La tecnología hace posible que el ‘superfan’ o ‘superoyente’ sea rastreable y que su afán por acceder a todo aquello que el artista produzca o toque con sus dedos llegue a ser monetizado: ahí está la nueva fijación de la industria musical, deseosa de establecer vínculos fuertes con la audiencia más estimulada en un contexto de fragmentación del mercado, en que se publica más música de la que podemos abarcar (esas 120.000 canciones volcadas cada día en las plataformas de ‘streaming’).