Nada más llegar al campo de concentración nazi de Ravensbrück, las guardianas elegían a las deportadas más jóvenes, guapas y sanas. No debían ser judías, pues acostarse con ellas costaba la muerte a cualquier ario. Aquellas presas fueron obligadas a prostituirse: eran violadas entre 15 y 30 veces al día por soldados y oficiales alemanes y también eran un premio para los capos. Para más humillación, les tatuaban en el pecho, en alemán, ‘feld-hure’: "puta de campo", junto a su número de reclusa y el triángulo invertido negro reservado a lesbianas y prostitutas. Al menos 26 de aquellas mujeres fueron españolas, como la republicana Isadora Ramírez (1922-2008), que tras exiliarse a Francia en busca de su hermano desaparecido en la Guerra Civil se enroló en la resistencia, siendo detenida y torturada por la Gestapo antes de acabar en Ravensbrück con apenas 19 años. Ahora, la historiadora Fermina Cañaveras (1977), tras investigar y hablar con supervivientes, rescata del olvido su silenciada historia en la documentada novela ‘El barracón de las mujeres’ (Espasa).
Esclavas sexuales
'Putas de campo', el horror de las mujeres prostituidas por los nazis en Ravensbrück
Presas de Ravensbrück trabajando en la ampliación del campo en 1940. /
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