Entrevista

Ramon Mas: "Hay un silencio muy bestia entre la gente que queda viva alrededor de un suicidio"

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Ramon Mas, en una calle de Gràcia, este enero. / Ricard Cugat

Ramón Vendrell

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El novelista, poeta y ensayista Ramon Mas (Sant Julià de Vilatorta, 1982) ofrece una crónica austera y a la vez emotiva del suicidio de un amigo en 2004 en 'Els murs invisibles' (L'Altra Editorial; 'Los muros invisibles', Temas de Hoy, en castellano). La narración del también cofundador de la editorial Males Herbes y músico (ahora en FP) traza asimismo un esbozo de las subculturas skater y hardcore punk de Vic de esa época, de las que el suicida, algo mayor que el autor, era un personaje central. La novela brinda a su manera sobria por el camarada perdido y los momentos vividos con él.

¿Había intentado escribir 'Els murs invisibles' antes y no había podido?

No. Aunque sabía que antes o después escribiría este libro porque era una cuenta pendiente conmigo, con Raül y con esa época. Pasados 16 o 17 años decidí ponerme a escribir la historia y me puse y la escribí, con tres o cuatro reescrituras, eso sí. Creo que ya había suficiente distancia con los hechos, y con cómo me afectaron, para poder convertirlos en una novela y no quedarme en el dolor y la herida y el remordimiento y el juicio. Evidentemente, la historia es dura, pero pienso que hay una intención muy clara de que sea una novela. No me he inventado nada, pero sí que hay una distancia.

¿Qué efectos tuvo en usted el suicidio de su amigo?

Un suicidio, y más si es de una persona de una comunidad muy unida, levanta los muros invisibles del título. De golpe, con gente con la que tienes muchas cosas en común, pero con la que a veces el nexo principal tiene que ver con la persona que ya no está, se producen grandes silencios. Hay un silencio muy bestia entre la gente que queda viva alrededor de un suicidio. Todo el mundo tiene esa llamada que no hizo, eso que podría haber dicho, ese día que podría haber ido a tal sitio... Todo el mundo se va comiendo la olla con remordimientos que no se comparten y se tarda mucho en poder empezar a hablar de ello, en poner el peso justo en cada momento vivido juntos, en sacarte de encima responsabilidades. He estado mucho tiempo intentando entenderlo para poderlo respetar.

Cuando explicas la historia entera, ves que el suicidio es un cúmulo de circunstancias, no una reacción rápida y sin pensar

¿Para qué le ha servido escribir la historia?

Para ver entero el tapiz. Cuando explicas la historia entera, ves que el suicidio es un cúmulo de circunstancias, no una reacción rápida y sin pensar. Me ha servido también para recordar a Raül, para reír, para intentar que no desaparezca.

¿Qué papel jugó el hardcore punk en su proceso formativo?

El 'skate' fue lo que nos unió al principio, y después el hardcore punk nos dio a los que nos metimos en él una ética, una filosofía, unos referentes culturales comunes. Nos dio la educación que vas a buscar tú. Hasta los 15 o los 16 años toda la educación te ha venido de fuera, de arriba, y cuando entras en una subcultura así lo que pasa es que todo es horizontal, son las personas de tu entorno las que te dan referencias, y tú a ellas. Te da una familia que eliges tú. Es quizá la primera cosa importante que eliges tú en tu vida.

Para mí lo más bonito de aquello es que vimos que tú puedes hacer que pasen cosas, incluso en Vic

No solo montaron bandas e hicieron fancines, también organizaron conciertos.

Para mí lo más bonito de aquello es que vimos que tú puedes hacer que pasen cosas, incluso en Vic, una ciudad convergente, conservadora, donde no había nada que nos interesara. Comprobar que no hace falta que te den las cosas fue un empoderamiento.

¿Cómo nació el hoy legendario Sugar Il·legal Fest, que se celebra durante el Mercat de Música Viva de Vic (MMVV) pero al margen de este?

Fue en 1999. Nosotros patinábamos en la plaza del Sucre y ya habíamos empezado a montar las primeras bandas. Un fin de semana no pudimos patinar allí porque estaban montando los escenarios del MMVV y se nos ocurrió coger el generador del padre de uno, que era paleta, y montar conciertos en el otro lado de la Fàbrica de Sucre. Como chicos ingenuos que éramos, fuimos al ayuntamiento a pedir permiso. La respuesta fue 'no' y nos dijimos: lo hacemos igual y cuando venga la poli paramos. Vino la poli, se lo miró, hablamos cinco minutos y se fue. Nosotros, claro, seguimos. La cosa fue creciendo de manera natural a medida que tocábamos fuera; conocíamos a grupos y los invitábamos a tocar en Vic. El año de la reunión de Els Surfing Sirles (2019) había demasiada gente.

Tienes un amigo que siempre tendrá 25 años y cuando piensas en él es como un espejo que te devuelve a ti de joven

¿Qué grado de fidelidad a la ética del hardcore mantiene en la vida adulta?

Creo que Males Herbes no sería lo que es si no hubiera pasado por ahí. Los libros que elegimos, la manera de funcionar, cómo estamos posicionados en el mundo editorial catalán, dentro pero no del todo... Aunque tienes que claudicar en cosas, como hacer una entrevista con un diario, cosa que en ese momento me habría parecido una atrocidad. Pero siempre he intentado no olvidar y a esto creo que la muerte de Raül ha ayudado, en el sentido de que, joder, él no ha crecido. Tienes un amigo que siempre tendrá 25 años y cuando tú pienses en él y hables con él te obligará a ponerte donde estabas. Es como un espejo que te devuelve a ti de joven. Los conciertos del Sucre son el gran gesto de no cambiar, de mantener ciertas posiciones respecto de la industria cultural. Sin haberlo dicho nunca entre nosotros claramente, con la muerte de Raül decidimos mantenerlos igual porque ahí hemos estado juntos, ahí hemos estado vivos.

Raül descubre en un momento determinado que tiene un coeficiente intelectual alto, mientras que en las bastantes escuelas de las que fue expulsado le habían hecho sentir lo contrario. ¿El sistema educativo le maltrató?

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Podría decir que sí, pero yo no estaba. Yo le conocí cuando ya curraba en una fábrica. En el libro no abordo nada que yo no viera. No he intentado reconstruir su vida, sino explicar una historia subjetiva, la mía.

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