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Horacio Fumero, toda una vida

El contrabajista Horacio Fumero en el Jamboree / Manu Mitru

Pensaba que no sabría que decir”, soltó a mitad de concierto, con la sala entera completamente hipnotizada. Pero Horacio Fumero iba lanzado. Lo que le faltaban no eran palabras, era tiempo para decirlas todas. Contrabajista extraordinario, figura fundamental del jazz en Barcelona desde que llegó en 1980 desde Buenos Aires vía Suiza, Fumero tiene una vida extraordinaria por contar. No son solo anécdotas, que también las hay. Como la del señor mexicano, vestido impecablemente, que una noche, allá por los años ochenta, en un local del Eixample donde los conciertos empezaban de madrugada -”era otra Barcelona”- se arrodilló extasiado ante Tete Montoliu y le quiso condecorar con la mayor distinción del ejército de su país. Como cuando tocando en un rincón chic de Buenos Aires, allá por los años setenta, conoció por primera vez en persona a un hombre negro, y ese hombre era ni más ni menos que el trompetista Dizzy Gillespie vestido de gaucho.

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